lunes, 7 de junio de 2010

LA .INSTRUCCIÓN DE AMENEMHAT I- (inicios de la XII Dinastía)

LA .INSTRUCCIÓN DE AMENEMHAT I- (inicios de la XII Dinastía)
«Principio de la Enseñanza que hizo la majestad del rey del Alto y Bajo Egipto Sehetepibré, el Hijo de Re Amenemhat, justo de voz, cuando habló en una revelación a su hijo el Señor del Todo. Dijo:
"¡Álzate en gloria como un dios! Escucha lo que voy a decirte, para que puedas reinar en la tierra, gobernar las orillas y acrecentar el bienestar. Guárdate de los subordinados que (verdaderamente) no lo son, y por cuyo temor no se está alerta. No te acerques a ellos mientras estés solo; no te fíes de (ningún) hermano; no conozcas amigo. No te crees íntimos, pues no hay beneficio en ello. Si duermes, guarda tú mismo tu corazón, porque el hombre no tiene partidarios el día de la desgracia. Yo he dado al pobre; he criado al huérfano. Hice que alcanzara (el bienestar) (?) tanto el que no tenía como el que tenía. Pero fue aquel que se había nutrido de mi alimento el que provocó querella; aquel a quien yo había dado mis brazos conspiraba por medio de ellos; aquel que vestía mi más fino lino me miraba como si fuera un necesitado; aquel que era ungido con mi mirra estaba derramando el agua que llevaba (?).
¡Oh, mis imágenes vivientes, mis asociados entre los hombres...! Hacedme un lamento funerario tal como jamás haya sido escuchado, un tremendo combate tal que jamás haya sido visto (?). Si se combate en la arena, olvidando el ayer, no habrá felicidad completa para aquel que ignore lo que debe conocer. Fue después de la cena, cuando la noche había llegado. Yo había tomado una hora de reposo, tendido en mi lecho; estaba relajado, y mi corazón empezaba a seguir mi sueño. Entonces se blandieron las armas que (debían) protegerme. Actué como la serpiente del desierto. Habiéndome despertado a causa de la lucha, me puse alerta. Descubrí que se trataba de una disputa de la guardia. Si rápidamente hubiera yo tomado las armas en mi mano, habría hecho que los cobardes se retiraran con una carga. Pero nadie es bravo en la noche. No puede producirse el éxito en ausencia de un protector. Mira, el crimen sucedió cuando estaba sin ti, sin que aún se hubiera enterado la Corte de que yo te iba a entregar (el poder), y sin que aún me hubiera sentado (entronizado) contigo, de forma que te pudiera aconsejar. Porque yo no había previsto esto; no lo esperaba; mi corazón no se había dado cuenta de la negligencia de la servidumbre. ¿Es que (alguna vez) han mandado las mujeres tropas?... ¿Es que (acaso) se crían rebeldes en la Residencia?... ¿Se deja fluir (quizás) el agua que destruye la tierra? (?)... ¿Se priva a las gentes del pueblo de sus cosechas?...
Desde mi nacimiento, el peligro no me había cogido de improviso; nada había igualado mis hazañas como héroe poderoso. He viajado hasta Elefantina, he regresado a las marismas del Delta. Me he alzado sobre los extremos de la tierra y he visto su interior. He alcanzado los límites del poderío por medio de mi fuerte brazo, en mis (distintas) etapas. Yo era uno que producía el grano, querido de Nepri. Hapy me ha mostrado respeto en todas sus revelaciones. Nadie tuvo hambre en mis años; nadie padeció sed en (ellos). (La gente) se sentaba con lo que yo había hecho y se relataba de mí (?). Todo lo que yo decreté quedó en orden. He dominado a los leones; he atrapado a los cocodrilos. He sometido a los nubios y he capturado a los Medjai. Hice que los asiáticos hicieran la 'marcha de los perros' (?). Me construí una mansión adornada con oro, con sus techos en lapislázuli, las paredes en plata, los suelos en (madera de) sicómoro, las puertas en cobre y los pernos de bronce, hecha para la eternidad, preparada para todo tiempo.
Conozco porque soy su señor, el Señor del Todo. Hay odio en las calles. El sabio está diciendo 'Sí', y el estúpido dice 'No'; porque no hay quien pueda conocerse a sí mismo, privado de su rostro. ¡Oh, Sesostrís, hijo mío! Ahora que mis pies se ponen en marcha, estás en mi corazón. Mis ojos te contemplan, hijo de una hora de felicidad, junto al pueblo del sol, que está adorándote. Mira, yo he hecho el principio, y he ordenado para ti el final. Soy yo quien te ha dado la tierra a ti, que estabas en mi corazón; tú, imagen mía, que llevas la corona blanca, progenie divina.
El sello está en su sitio, tal corrió para ti decreté. Hay júbilo en la barca de Re. La realeza es de nuevo lo que fue en el pasado... erige monumentos, establece fortalezas...""

BIBLIOGRAFÍA: Texto y traducción: A. Volten, Zwei altágyptischen politischen Schriften, págs. 104-128; J. López, "Le papyrus Millingen", RE, XV (1963), 29-33; W. Helck, Der Texte der Lehre Amenemhet Ifür seinem Sohn, Wiesbaden, 1986; H. Goedicke, Studies in the Instructions ofKing Amenemhet for bis son, San Antonio, 1988; E. Blumenthal, "Die Lehre des Kónigs Amenemhet" ZAS, 111 (1984), 85-107 y 112 (1985), 104-115- Para un buen comentario, véase G. Posener, Littérature et Politique dans l'Égypte de la XIIe Dynastie, París, 1956, cap. II, 61-86.

COMENTARIO: La Instrucción de Amenemhat I se conserva en copias en papiro y ostraca del Imperio Nuevo, pero no cabe duda de que la composición original se remonta a los inicios de la XII Dinastía, a los reinados de Amenemhat I o más exactamente de su hijo y sucesor Sesostris I. Se trata de una obra que podríamos encuadrar dentro del género de la literatura didáctica o sapiencial, aunque con un notable aspecto autobiográfico que incluye datos históricos y elogios de la figura del soberano. Aun con sustanciales diferencias, podría relacionarse con las Instrucciones a Merikaré, próximas en el tiempo y por supuesto en lo que podríamos llamar el contexto histórico e ideológico. La obra consta de tres partes fundamentales: 1) Amenemhat I se lamenta de la confianza que permite la traición y relata el atentado de que ha sido objeto. 2) Describe las hazañas y logros de su reinado. 3) Da consejos a su hijo para el buen gobierno del país.
Sin duda el punto primero es el más interesante. Amenemhat I es el fundador de un nuevo linaje dinástico, sin duda tras unos tiempos revueltos que obligaron al soberano a emprender una política de reconstrucción nacional y de estabilización que será uno de los grandes empeños de la XII Dinastía. No hay que olvidar que Egipto estaba aún saliendo de la grave crisis que supuso el Primer Período Intermedio, que había afectado no sólo a la estructura socio-económica sino también a las instituciones políticas y a sus soportes ideológicos. Así, por ejemplo, Amenemhat no deja de aludir al incremento de los alimentos (él es el favorito de Nepri, dios del cereal) y a la sucesión de buenas crecidas que se supone acompañan su reinado (mención a Hapy). De igual forma la monarquía debía fortalecerse: consciente de ello Amenemhat I funda una nueva capital (Ittauy), trata de conseguirse el apoyo de la nobleza provincial y, en fin, asocia al trono a su hijo y heredero, Sesostris I, durante los diez últimos años de su reinado. Acertada medida, pues, si nos atenemos al documento, Amenemhat I es asesinado, seguramente de resultas de una intriga palaciega. Que el magnicidio llegó a tener éxito queda reflejado en textos como la Historia de Sinubé y quizás también en Manetón, que recoge que el primer soberano de la XII Dinastía fue asesinado por sus eunucos. El documento, así entendido, queda justificado como una recreación a posteriori del asesinato, con la denigración de los asesinos (¿miembros de la familia real?) e insistencia en la legitimidad de Sesostris I para suceder a su padre. Es un caso único de la historia de la literatura egipcia el que un soberano mencione, brevemente pero con claridad, su propio asesinato, algo en principio difícil de compatibilízarcon la dignidad divina del faraón. La imagen tan humana que ofrece del soberano (desamparado ante el asalto), con tintes ciertamente escépticos y pesimistas (se propugna la desconfianza como norma), deriva sin duda de las convulsiones históricasque durante el Primer Período Intermedio afectaron a lamonarquía, cuya revaíorización y justificación política y religiosa, sobre bases en buena medida diferentes, será uno de los grandes objetivos de la XII Dinastía.



















19. SIRIA-PALESTINA EN EL IMPERIO MEDIO SEGÚN LA "HISTORIA DE SINUHÉ"
(Dinastía XII)
(Tras el atentado que provoca la muerte de Amenemhat I Sinubé
huye a Siria)
«(R, 44)... Un país me dio a (otro) país. Partí hacia Biblos; volví a Kedem, donde pasé un año y medio. Entonces Amunenshi, que era el gobernante del Retenu Superior, me tomó, diciéndome: "Tú estarás bien conmigo; escucharás la lengua de Egipto". Dijo eso porque conocía mi carácter y había oído (hablar) de mi sabiduría; habían prestado testimonio de mí gentes de Egipto que estaban con él. Me dijo entonces: "¿Por qué viniste aquí? ¿Acaso ha sucedido algo en la Residencia?". Yo le dije: "El rey del Alto y Bajo Egipto Sehetepibré ha marchado al horizonte, y no se sabía qué podía suceder a causa de ello". Dije después, engañosamente: "Yo volvía de la expedición al país de Temehu y se me dio una noticia (tal) que mi sentido se turbó. Mi corazón, que no estaba en mi cuerpo, me llevó por el camino de la huida, aunque yo no había sido calumniado, no se había escupido sobre mi rostro, no había oído frases injuriosas, y mi nombre no se había escuchado en la boca del heraldo. Yo no sé quién me ha traído a esta tierra; es como un designio divino, como ver a un hombre del Delta en Elefantina, o a un hombre de las marismas en Nubia..."
(R, 76) Entonces me dijo: "Bien, Egipto es ciertamente afortunado sabiendo que él (el faraón) es valiente. Pero tú estás aquí y (debes) permanecer conmigo. Lo que voy a hacer contigo será bueno."
Me colocó al frente de sus hijos; me casó con su hija mayor. Permitió que eligiera para mí lo más escogido de su tierra, en su frontera con otro país. Era una tierra excelente, cuyo nombre era laa; en ella había higueras y viñas; allí el vino era más abundante que el agua; tenía abundante miel y su aceite era cuantioso. Había todo tipo de frutas en sus árboles. También había allí trigo y espelta, e innumerable ganado de todo tipo. Muchas venturas me acontecieron a causa del amor que se me tenía. Él me hizo jefe de una tribu, en la (parte) más escogida de su país. Se me asignaron raciones de alimento, consistentes en bebidas fermentadas (?) y vino, cotidianamente, (así como) carne cocida y aves asadas, además de venados del desierto, pues se cobraban piezas de caza para mí, y eran colocadas ante mí, además de lo que traían mis perros de caza. También se me proveía de numerosos pasteles, y preparados de leche de todo tipo.
Pasé (así) muchos años; mis hijos se convirtieron en hombres fuertes, cada uno dominando a su tribu. El mensajero que bajaba o subía hacia la Residencia hacía un alto junto a mí; yo hacía que toda la gente se parara (junto a mí). Di de beber al sediento; mostré el camino a aquel que se había extraviado; socorrí a aquel que había sido robado.
Cuando los asiáticos conspiraron para atacar a los Jefes de los Países Extranjeros, me opuse a sus movimientos. Este gobernante de Retenu (Amunenshi) me hizo durante muchos años general de su ejército. Todo país contra el que marché, triunfé sobre él y lo alejé de sus pastos y fuentes; capturé a sus animales, me llevé a sus gentes, me apoderé de sus alimentos, y maté a la gente allí por medio de mi brazo, con mi arco, con mis movimientos y mis planes excelentes, Gané su corazón, y él (Amunenshi) me quiso, pues se dio cuenta de mi valor. Me colocó al frente de sus hijos, pues había visto la fuerza de mis brazos.»

BIBLIOGRAFÍA: a) Texto: A. H. Gardiner, Die Erzáhlung des Sinuhe und die Hirtengeschichte (Col. Hieratísche Papyrus aus dem Kóniglichen Museen zu Berlín, V, 2), Leipzig, 1909; A. M. Blackman, Middle-Egyptian Stories, Bruselas, 1932, págs. 1-41; Sethe, Lesestücke, 3-17 (selección), b) Traducción: Erman, Literature, 14-29; Lefébvre, Romans et Cantes, 1-26; Lichtheim, AEL I, 222-235; J. Wilson, enj. B. Pritchard, La sabiduría del Antiguo Oriente, Barcelona, 1966, 6-14. Hay numerosos comentarios y estudios totales o parciales de esta obra; véase, por ejemplo: Posener, Littérature etPolitique, 87-116.

COMENTARIO: La Historia de Sinuhe es sin duda una de las obras más célebres de la literatura egipcia, y ello por dos razones: fue sin duda uno de los textos más populares del Egipto faraónico, desde la XII Dinastía hasta el Imperio Nuevo, a juzgar por el gran numero de copias, papiros o fragmentos de ostraca que se han conservado; y además la calidad literaria que ofrece, la compleja variedad de las formas gramaticales, la riqueza del vocabulario, el colorismo de las descripciones, el análisis de los personajes y los sentimientos, la acreditan como la producción más lograda de la narrativa egipcia en lengua clásica. Compuesta seguramente durante el reinado de Sesostris I (XII Dinastía), relata la vida y aventuras de un notable de la corte, Sinuhe, que ante la delicada y tensa situación que se produce con el asesinato de Amenemhat I, y temeroso quizás de verse involucrado en él, huye apresuradamente de Egipto. Pasará muchos años en tierras de Siria y Palestina, donde se forjará una posición y hará fortuna. Pero la nostalgia de su país y la actitud solícita del soberano, que le escribe llamándole y disipando sus temores, determinan el regreso y la reinstalación en la corte y en el favor del soberano que constituyen el feliz final. El relato esta inspirado en las autobiografías funerarias, lo que deja abierta la posibilidad de que se inspire en un personaje real, sobre el que se monta una historia que sin duda debe mucho a la ficción literaria y a la necesaria introducción de elementos dramáticos. Pero, existiese o no Sinuhe, no cabe duda de que el relato contiene importantes elementos históricos y es un reflejo ideológico de primer orden del Egipto del Imperio Medio, y como tal debe ser estudiado.
El trozo que recogemos aquí se refiere a la estancia de Sinuhe en tierras asiáticas. Nos proporciona una idea bastante clara de las relaciones que Egipto mantuvo con ellas durante la XII Dinastía. Declinando, en principio, cualquier tipo de actitud imperialista o de control militar, parece que los faraones de este período promocionan unas relaciones basadas en la buena voluntad e intercambios pacíficos. Sinuhe es bien recibido, como egipcio, entre los asiáticos, que se interesan por la situación en Egipto y no dejan de mostrar su respeto y admiración por el faraón; se menciona a egipcios conviviendo con los asiáticos, confraternizando con ellos (como lo hará el mismo Sinuhe, casándose con la hija del príncipe de Retenu y convirtiéndose, él mismo, en jefe de una de sus tribus). La situación de fragmentación política en Siria-Palestina y su estructura social (tribus y sheiks al frente de ellas) y económica aparecen recogidas en el relato con gran verosimilitud. Particularmente interesante es la mención al emisario real que recorría la zona; es indudable que los faraones de la XII Dinastía mantendrán una intensa actividad diplomática en Asia que requeriría el concurso de mensajeros y agentes, adecuadamente cargados de regalos y presentes (presencia de objetos egipcios de la época en yacimientos sirio-palestinos), así como la ocasional visita de príncipes asiáticos a la corte egipcia, lo que, dicho sea de paso, también es objeto de mención en la obra. En este sentido se ha señalado acertadamente que a lo largo del relato el mismo Sinuhe actúa en realidad, de alguna forma, como representante y agente de los intereses egipcios en Asia (como lo haría el coronel T. E. Lawrence por esas tierras cuatro mil años después, al servicio de Gran Bretaña): notifica a los asiáticos la situación en Egipto, acoge regularmente a los enviados del faraón y seguramente a todo egipcio que le solicite ayuda; protege los intereses de los príncipes asiáticos que son fieles a Egipto, y en fin, no pierde oportunidad para alabar al soberano (Sesostris I) y extender su fama por tierras asiáticas. Así se explica que en el encabezamiento del texto, cuando, según la,norma en las biografías funerarias, se enumeran los cargos ocupados y las dignidades recibidas, se incluya el de "Administrador de los Dominios del Soberano en los Países de los Asiáticos".









La Historia de Sinuhé

Esta obra fue considerada ya por los mismos egipcios como el clásico por excelencia de su literatura, como lo demuestra el número relativamente importante de manuscritos que ha llegado hasta nosotros con pasajes más o menos largos de la misma. No obstante, no poseemos ninguna copia completa del texto de la obra, a pesar de lo cual ha sido posible reconstruir el texto en su totalidad yuxtaponiendo —y sobreponiendo— los diversos manuscritos fragmentarios de que disponemos. Las más antiguas de estas copias manuscritas que conocemos datan ya del mismo Imperio Medio, mientras que las alusiones más recientes al texto de la Historia de Sinuhé son de la Baja Época, es decir, de más de mu años después del momento de su composición. De entre los manuscritos, conocemos desde bellas y cuidadosas copias del texto en papiro, indudablemente ejemplares destinados a ser conservados en bibliotecas, que conservan una parte considerable del texto, hasta breves pasajes del mismo copiados sobre ostraca —trozos depiedra o cerámica—, llenos de incorrecciones y faltas de ortografía. Estos últimos son indudablemente trabajos escolares, que demuestran que la Historia de Sinuhé era utilizada —dictada sin duda— en las escuelas hasta ríñales del Imperio Nuevo como mínimo, para enseñar a los jóvenes aprendices de escriba el manejo del mejor egipcio clásico, de la misma manera que en nuestros institutos se maneja —aún— a Cicerón para introducir a los escolares en el conocimiento del mejor latín.
La Historia de Sínuhé, es, en apariencia, una autobiografía, cuya extensión de todos modos supera con creces no sólo la de las autobiografías reales que se leen en los muros de las tumbas, sino también la de cualquier otra obra literaria escrita hasta este momento —con excepción, desde luego, de los Textos de las Pirámides y de los Sarcófagos, que no son propiamente composiciones literarias sino compilaciones de textos de diversas procedencias—. Todo lo que se narra en la Historia de Sinuhé es perfectamente verosímil, destacando la total ausencia de hechos maravillosos en la obra.
La narración arranca además de un hecho histórico bien preciso y dramático: la muerte de Amenemes I. Sinuhé, alto dignatario perteneciente a la corte de Sesostris I, se encontraba en el campamento de éste en el desierto Líbico en plenas operaciones contra las tribus nómadas chemehu y tehenu, cuando se entera casualmente de la existencia del complot que ha puesto fin a la vida del viejo monarca en Ittauy. Veamos ahora el comienzo del relato:

El príncipe y conde hereditario, Juez y Sobreestante Regional de los dominios del Soberano en las tierras de los asiáticos, familiar del rey, su amado, el Cortesano Sinuhé. Dice:
Fui un cortesano que seguía a su señor, servidor del harén real (y de) la Princesa Heredera, la grande en favores, mujer del Rey Sesostris en (la dudad de las pirámides) Jeneni-sut, hija del Rey Amenemes en (la ciudad de las pirámides) Qanefru, Nefru, la señora cíe reverencia.
Año 30, tercer mes de la primera estación, día 7. El dios subió a su horizonte; el Rey del Alto y el Bajo Egipto, SehetepibRe, fue llevado al cielo y se unió con el disco solar. El cuerpo del dios se fundió con el que le hizo. La Ciudad Residencial quedó en silencio, los corazones estuvieron en duelo, las Grandes Puertas Dobles se cerraron con ellos. Los cortesanos (se sentaron) con la cabeza en el regazo y las gentes se apesadumbraron.
Su majestad había enviado un ejército a la tierra de los chemehu, al mando de su hijo mayor, el buen dios Sesostris, e incluso entonces regresaba y había llevado prisioneros en vida de los chemehu y todas (clases de) ganado sin cuento.
Los cortesanos del palacio enviaron a la frontera occidental para informar al Hijo del Rey de los hechos ocurridos en la corte. Los mensajeros le encontraron en el camino y le alcanzaron en la sazón de la tarde. No se demoró un instante; el halcón voló con su servidumbre sin avisar al ejército. Pues bien; los hijos del rey que le acompañaron en aquella hueste habían sido enviados a buscar, y uno fue citado. Mientras yo estaba (cerca) oí su voz en conversación y yo me hallaba algo apartado. MÍ corazón se acongojó, mis brazos se abrieron (en señal de consternación), el temblor se abatió sobre mis miembros. Me alejé a brincos y a saltos en busca de un escondrijo. Me situé entre dos arbustos a fin de separar(me) de la carretera y de su recorrido.
Me encaminé hacía el sur, (pero) no me propuse llegar a esta Ciudad Residencia, (porque) supuse que habría desórdenes civiles y no esperaba vivir después de él.

(Historia de Sinuhé, traducción de J. A. Wilson, en Pritchard [ed.], Andent Near Eastern Texis Relating to the Oíd Testament, cit.)

Presa de un repentino e irracional pánico Sinuhé huye del campamento y, tras cruzar subrepticiamente el Delta del Nilo y la cadena de fortificaciones del Muro del Príncipe, se interna en la zona de Siria y Palestina, donde acaba siendo adoptado por el jefe de una tribu de beduinos. Allí, sus superiores conocimientos estratégicos y militares puestos al servicio de su tribu le convierten en el hombre más poderoso de la zona. Sin embargo Sinuhé, colmado de atenciones por su nueva familia, añora su patria, Egipto, a donde finalmente su fama acaba por llegar. El propio faraón, Sesostris I, que no había vuelto a saber nada más de él, se sorprende de que se haya ido a vivir con los bárbaros y le escribe una carta pidiéndole que vuelva al civilizado Egipto. Como es obvio, Sinuhé ni puede ni quiere resistirse a tanta solicitud y, tras dejar en orden sus asuntos personales en Asia regresa a Egipto, siendo agasajado por la corte y por el propio rey, quien le instala debidamente para que pueda aguardar tranquilamente la vejez, y entonces Sinuhé decide escribir sus memorias.
El relato está escrito con auténtica maestría por alguien que conocía perfectamente los recursos sintéticos del egipcio medio y que los usa con precisión. Las indicaciones etnográficas que el texto contiene sobre la vida y costumbres de las tribus cananeas del SO de Asia poseen alto valor histórico, y lo mismo puede decirse sobre la profundidad y espiritualidad que ha alcanzado el pensamiento egipcio, personificado por el propio Sinuhé. Cabe destacar, por ejemplo, las reiteradas manifestaciones de una religiosidad indudablemente monoteísta, que invoca a Dios mediante el nombre de Dios, monoteísmo filosófico de todos modos que no está reñido ni con el politeísmo tradicional ni con la aceptación de la figura del faraón como dios encarnado.
La duda final reside, de todos modos, en la historicidad o no de la narración. A pesar de su verosimilitud, que podría hacer de la Historia de Sinuhé una historia real, lo cierto es que no poseemos ninguna evidencia de que Sinuhé haya existido realmente. Por consiguiente, no tenemos más remedio que considerarle provisionalmente como un personaje de ficción, protagonista de una novela de forma autobiográfica que es, sin duda alguna, la obra clásica por excelencia de la literatura egipcia, y aun una de las obras maestras de la literatura universal.

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