martes, 1 de junio de 2010

Textos comentados de la Edad Media

2. La división de tierras entre godos y germanos
Naturaleza
Se trata de un texto es un cuerpo legal visigodo, en la cual se recoge el Derecho romano vigente en el reino visigodo de Tolosa, que fue elaborado durante el reinado de Alarico II (487-507), siendo promulgado el 2 de febrero de 506. También es denominado Breviarium Alarici, Breviarium Alaricianum, Código de Alarico y Breviario de Aniano. Constituye fundamentalmente una obra recopilatoria de Derecho romano postclásico y vulgar, considerada la más importante realizada en un reino germánico.

Resumen
Ordenamiento del reparto por parte de Alarico II de los bosques entre godos y romanos, que quedaron sin dueño por el foedus de 418.

Contexto temporal
Los reinos germánicos, reinos romano-germánicos o monarquías germánicas fueron los estados que establecieron a partir del siglo V en el antiguo territorio del Imperio Romano de Occidente los pueblos germánicos procedentes de la Europa del Norte y del Este. Se encontraban en un estado en desarrollo económico, social y cultural obviamente inferior al del Imperio Romano, que percibían admirativamente. Sus instituciones políticas peculiares, en concreto la asamblea de guerreros libres (thing) y la figura del rey (en protogermánico kuningaz, que da en anglo-sajón cyning, en inglés king, en alemán König y en las lenguas nórdicas kung o konge), recibieron la infuencia de las tradiciones institucionales del Imperio y la civilización grecorromana, y se fueron adaptando a las circunstancias de su asentamiento en los nuevos territorios, sobre todo a la alternativa entre imponerse como minoría dirigente sobre una mayoría de población local o fusionarse con ella.
Los nuevos reinos germánicos conformaron la personalidad de Europa Occidental durante la Edad Media, evolucionaron en monarquías feudales y monarquías autoritarias, y con el tiempo, dieron origen a los estados-nación que se fueron construyendo en torno a ellas. Socialemente, en algunos de estos países (España o Francia), el origen germánico (godo o franco) pasó a ser un rasgo de honor u orgullo de casta ostentado por la nobleza como distinción sobre el conjunto de la población.
En 419, en virtud de un pacto (foedus) celebrado entre el emperador romano Honorio y el rey visigodo Walia, los visigodos se asentaron en la provincia romana de Aquitania Secunda (Aquitania II), en el sur de las Galias. Por este acuerdo, los visigodos recibieron tierras donde establecerse, a cambio de la obligación de defender al imperio frente a los enemigos –las bagaudae y otros pueblos germánicos–. A partir de dicho establecimiento se constituyó un regnum en suelo imperial, con capital en Tolosa, que perduró hasta la derrota de 507 en la batalla de Vouillé.
Los reyes visigodos fueron colocados al frente de la Aquitania II, pero no como funcionarios imperiales, sino como titulares de poderes propios –no delegados del emperador– en cuanto monarcas de los visigodos, que les permitieron acordar el foedus del año 418. A través de este pacto recibieron dicha provincia del emperador, para su administración y beneficio propio, aunque bajo la autoridad del prefecto del Pretorio de las Galias con sede en Arlés y, en último término del mismo emperador, bajo el compromiso de defensa de la misma. ¨ Así, los monarcas ejercieron las funciones que hasta aquella época habían correspondido a los funcionario del emperador –por ejemplo, los tributos pagados por los provinciales iban a parar a las arcas visigodas y a las del Imperio–, administrando la provincia y asumiendo las tareas que de ello se derivaban. Esta situación se mantuvo, con ciertas vicisitudes, hasta la caída del Imperio Romano en 476.
El reino visigodo de Tolosa se caracterizó, en general, por su inestabilidad política, derivada del carácter electivo de la realeza –de raigambre germánica–, mantenido durante su existencia, y que originó frecuentes divisiones y convulsiones internas, asesinatos de los reyes y pretendientes al trono, y venganzas del rey contra los nobles que no le habían prestado su apoyo para acceder al puesto.
Desde esta etapa del reino visigodo se intentó consolidar y fortalecer la monarquía frente a la nobleza. Primero, a costa del poder político ostentado por la misma nobleza y, posteriormente, estructurándola sobre la base de las instituciones romanas. A dicho fortalecimiento contribuyeron los éxitos en el campo militar alcanzados por los reyes y la tendencia a la implantación de un sistema de sucesión hereditaria, situación que se dio de facto desde Teodorico I –sucedido por sus hijos Turismundo, Teodorico II, Eurico y su nieto Alarico II–.
En la organización del reino se adoptaron y aprovecharon diversas instituciones romanas; así, la corte real tolosana se habría asemejado formalmente al Palatium imperial, fusionando elementos romanos, tales como el comes stabuli y domus dominica, y germánicos, como el comes armiger y spathariorum.
La figura cúspide del reino visigodo de Tolosa fue Eurico (466–484), que accedió al trono tras asesinar a su hermano Teodorico II. Se apoderó de diversos territorios en las Galias e Hispania, salvo la Gallaecia. En las Galias combatió a los francos y sajones.
En 507, Alarico II fue derrotado en Vouillé por los francos bajo Clodoveo, perdiendo todas sus posesiones al norte de los Pirineos excepto la Septimania.

Análisis/Explicación
En el sur del Imperio Romano de Occidente, se aplicó el derecho de hospitalidad. En virtud del foedus que los bárbaros suscribían con el imperio, éste mantenía la ficción jurídica que los instalados eran sus aliados frente a otros enemigos. Para compensar sus servicios había que proporcionarles medios de vida. Lo normal habría sido que fuesen los mismo funcionarios romanos, tanto civiles como militares. Esto es, una especie de <> que les permitía disponer con cargo al fisco imperial -a la annona- de pagas, comida y alojamiento. Así se hizo por algún tiempo, hasta que en 418 y, por primera vez con los visigodos, estos <> se transformaron en títulos de propiedad sobre las fincas de las romanos de las zonas en que se instalaron prioritariamente. En este caso, entre Toulouse y el océano Atlático, se les atribuyó dos tercios de las propiedades, mientras que los romanos conservaron el tercio restante. El saltus o bosque quedó indiviso para aprovechamiento de unos y otros.
En el reparto de tierras hay varias etapas. Las primeras veces que los pueblos bárbaros entraron dentro del limes se establecieron en tierra del Imperio. Ese pacto lleva a que los germanos se establecieron en 1/3 de las casas, además se les dio alimentos obtenidos del fisco romano, que se denominaba annonae, todo esto por luchar dentro del ejercito romano.
Esto va a cambiar ya que los pueblos germanos van a entrar con su familia y se van a producir el reparto de tierras y se le concederán 1/3 de las casas y parte de los campos, esto es lo que se llama sortes; a los visigodos que se les asignan estos lotes de tierra se le denominan consortes.
En la forma de hacer el reparto tenemos la teoría de Ferdinand Lot y García Gallo, abogan por la existencia del reparto de las grandes latifundios, mientras que la pequeña propiedad no se repartió.
En los latifundios:
· 1/3 Terra dominicata (tierras del señor)
· 2/3 Terra indominicata o sortes gothicae (tierras concedidas a los bárbaros)
· 1/3 Tertiae romanorum (en las propiedades que no eran de señores).
La teoría germánica va a ser defendida por Von Halban, Schmidt y Torres López. Su teoría consiste en que si se repartieron las pequeñas propiedades de la misma forma que en la anterior. Fundus era el nombre que recibe cada propiedad. Las propiedades comunales se quedaron sin repartir. Esto se produjo en las Galias y lo sabemos por el foedus del 418 con Valia, sin embargo, con Alarico II, estas ya se encuentran repartidas.

Autor
Alarico II, hijo y sucesor de Eurico y último monarca visigodo del reino con capital en Tolosa, designó una comisión de prudentes o juristas —técnicos o prácticos en Derecho, según algunos autores—, dirigida por el Conde Goyarico (Goiarico), a la cual encargó la tarea de elaborar un cuerpo jurídico que recopilara leges e iura, sobre la base de textos seleccionados del Código Teodosiano y otras obras de Derecho romano.
De acuerdo a lo señalado en el propio Breviario, Alarico II buscaba con este texto corregir el Código Teodosiano y las obras de ius posteriores a éste, conforme a la Ley de Citas. En la interpretatio a esta última se expresa que se había "elegido aquello que ha parecido necesario para los pleitos de los tiempos presentes."
La comisión cumplió con la labor encomendada por el rey y el cuerpo legal elaborado por ella fue presentado solemnemente ante una asamblea reunida en Aduris (hoy Aire-sur-l'Adour, Francia), compuesta de la nobleza provincial galorromana y obispos, católicos y arrianos. En dicha asamblea fue aprobado, siendo promulgada por Alarico II, en la ciudad de Tolosa el 2 de febrero de 506.



5. El papa Gelasio I (492-496), en carta al emperador Anastasio, fija el punto de vista de la Iglesia sobre las relaciones entre los poderes eclesiástico y laico

Naturaleza
Se trata de un texto de

Resumen
La consolidación del poder del papado: primacía y jefatura del obispo de Roma sobre el emperador romano de Oriente.

Contexto histórico
A mediados del siglo V, la sustitución del poder político del poder político a la caída de Roma situaba como principal fuerza política de Europa a la Iglesia y no el Imperio.
No obstante, quedaba como obstáculo para la consolidación del poder del papado, la primacía y jefatura del obispo de Roma sobre el resto de soberanos temporales del momento (Bizancio). La primacía universal del obispo de Roma, que los germanos no tuvieron inconveniente en aceptar, fue discutida desde la parte oriental del antiguo Imperio. Las relaciones entre Roma y Bizancio se vieron, en efecto, comprometidas, entre otros, por dos series de problemas. De un lado, las aspiraciones del patriarca de Constantinopla a titularse ecuménico y reivindicar el cáracter universal de su autoridad. De otro, las diferencias entre Roma y Bizancio en relación con la controversia monofisita, que no habían quedado saldadas en el concilio de Calcedonia del año 451. Treinta años después de éste, el emperador de Bizancio debió aceptar un compromiso con los monofisitas, fuertes en las provincias orientales del Imperio. El texto, el Henotikon o decreto de unidad, fue considerado inaceptable por el papa, quien excomulgó al patriarca Acacio de Constantinopla, lo que causó un cisma entre las dos Iglesias que duró más de treinta años. El hecho sirvió para acelerar la identificación del papa de Roma con el espacio de Occidente.
En este contexto, el papa Gelasio I envió en 495 una famosa carta al emperador Anastasio en la que proponía una de las tesis políticas de más éxito en la Edad Media: la llamada de las dos espadas. En una palabra, el reconocimiento de la superioridad de la auctoritas pontificia sobre la potestas regia a la hora de cumplir las obligaciones de todo poder político que, según Gelasio I, no eran otras que alcanzar los objetivos morales que la propia Iglesia propusiese. Estos planteamientos recogían y vigorizaban la herencia de León I, reformulando cuidadosamente la doctrina de la primacía papal dentro de la Iglesia y promoviendo la independencia de los eclesiásticos respecto de los emperadores.

Análisis/Explicación
Las fórmulas con las que se refiere el papa Gelasio I a <> y <> a Atanasio, son típicas en la Antigüedad entre soberanos.
En la carta, expresa como Gelasio I se sirvió de San Agustín para formular en 494 basándose las leyes romanas la separación de poderes entre la esfera temporal y espiritual (lo que no significaba que estuviesen al mismo nivel). Esta fue la primera vez en plantearse esta cuestión que definiría una parte de la cultura occidental. Se basó en la figura bíblica de Melquisedec (rey y sacerdote) y en pasajes del Nuevo Testamento, especialmente sobre un pasaje del evangelio de San Mateo: " Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificare mi Iglesia...y te daré las llaves del reino de los cielos, y todo lo que atares en a tierra, será atado en los cielos, y todo lo que desatares en la tierra será desatado en los cielos". Pedro se convertía así en el único depositario de toda la soberanía, lo cual le permitía gobernar a la Iglesia como si fuera un monarca. A lo antedicho, esta doctrina agregaba el transito desde el poder absoluto de Pedro al poder absoluto del Papa; de allí que cada Papa pueda, en virtud del poder de las llaves, concedido a Pedro por Cristo, ejercer todos los poderes que ejerció Pedro como primer vicario de Cristo, es decir, la plenitud del poder sobre todas las Iglesias, sobre todos los cristianos. para establecer la distinción entre el poder de la Iglesia, auctoritas y el del emperador, potestas. En el derecho romano la primera era superior a la potestas.
Se entiende por auctoritas una cierta legitimación socialmente reconocida, que procede de un saber y que se otorga a una serie de ciudadanos. Ostenta la auctoritas aquella personalidad o institución, que tiene capacidad moral para emitir una opinión cualificada sobre una decisión. Si bien dicha decisión no es vinculante legalmente, ni puede ser impuesta, tiene un valor de índole moral muy fuerte.
Se entiende por potestas el poder socialmente reconocido. Ostenta la potestas aquella autoridad, en el sentido moderno de la palabra, que tiene capacidad legal para hacer cumplir su decisión. El concepto se contrapone al auctoritas o saber socialmente reconocido.
Gelasio I debía eliminar la teoría del poder bizantino que se basaba en el Cesaropapismo. El cisma no duró mucho tiempo aunque su teoría renació más tarde con el Papa Gregorio VII bajo una forma más radical en la que se demandaría no sólo la separación de poderes, sino la sumisión del poder de los reyes a la autoridad del Papa.
En este contexto Gelasio dirigió una carta al emperador Anastasio I (491-518) en donde formulaba la doctrina de las dos espadas, entendida como la justificación de la superioridad de la potestad espiritual del Papa sobre la temporal del emperador.
En una palabra, el reconocimiento de la auctoritas pontificia sobre la potestas regia a la hora de cumplir las obligaciones de todo poder político que, según Gelasio, no eran otras que alcanzar los objetivos morales que la propia Iglesia propusiera. Estos planteamientos recogían y vigorizaban la herencia de León I, reformulando cuidadosamente la doctrina de la primacía dentro de la Iglesia y promoviendo la independencia de los eclesiásticos respecto a los emperadores. La doctrina de las Dos Espadas es el nombre con el que se conoce la teoría de la supremacía del poder espiritual (el Papa) sobre el temporal (el emperador), y el papa Gelasio I al emperador de Oriente Anastasio I.

Autor
Gelasio I, (Argelia – Roma, 21 de noviembre de 496). Papa nº 49 de la Iglesia católica de 492 a 496. Es considerado por muchos como el tercer papa de origen africano, su nacimiento en el norte de África (en la Cabilia) es motivo de controversia entre los historiadores ya que muchos de ellos lo sitúan en Roma. De lo que no cabe duda era de que sus padres sí eran de origen norteafricano.
Excolmulgó al Patriarca de Constantinopla Acacio, que como monofisita defendía la doctrina de que Jesucristo tenía una única naturaleza divina. Esta excomunión provocó el llamado cisma acaciano en la que el Patriarca constantinopolitano contó con el apoyo del emperador bizantino.
La postura teológica del Papa quedó expuesta en su libro De duabus in Christo naturis (Sobre la naturaleza dual de Cristo).
Gelasio I combatió el maniqueísmo instituyendo que la eucaristía se celebrase con pan y vino, bebida que los maniqueos consideraban impura. Como estos se consideraban cristianos, debieron abandonar la Iglesia. Con el maniqueísmo derrotado, la tradicional eucaristía con pan volvió a imponerse.
A pesar de su breve pontificado (murió el 21 de noviembre de 496), fue uno de los más prolíficos escritores de entre los primeros papas. En sus numerosas cartas exponía su visión de que Roma tenía primacía sobre los obispos de Oriente.



3. El Corpus Iuris Civilis de Justiniano (año 530)

Naturaleza
Se trata de un texto de naturaleza legislativa ya que el Corpus es una compilación de todo el derecho romano anterior a Justiniano. La compilación jurídica justinianea recogió la herencia del Bajo Imperio romano que reforzaba los principios de centralización, separación de los palacios civil y militar, profesionalización de los funcionarios y control general de sus actividades. Pero con los principios heredó igualmente sus debilidades; en especial, dos: el gigantismo administrativo y la obsesión por la recaudación de impuestos que permitieran sostener la política imperialista de Justiniano.

Resumen
Se trata de la presentación del Corpus Iuris Civiles, recopilación de leyes realizada durante la época justineana,

Contexto histórico
La imagen de continuidad del Imperio de Bizancio se halla inevitablemente reforazada por su historia de los siglos V y VI. A diferencia de la disgregación y la barbarización del espacio occidental, el oriental no sólo seguía dando muestras de unidad interna, sino que trató de reintegrar la totalidad del antiguo Imperio romano.
En el año 518, tras la muerte del emperador Anastasio, un golpe de Estado promovió al trono imperial al jefe de la guardia de palacio, Justino I (518-527) originario de la Iliria latina. Su reinado servirá para asegurar los cimientos de sus sobrino Justiniano, a quien asoció al trono y que, una vez muerte su tío dirigirá el Imperio entre los años 527 y 565.
Durante el imperio de Justiniano I (518-565), el Imperio llegó al apogeo de su poder. El emperador se propuso restaurar las fronteras del antiguo Imperio Romano, para lo que, una vez restaurada la seguridad de la frontera oriental tras la victoria del general Belisario frente al expansionismo persa de Cosroes I en la batalla de Daras (530), emprendió una serie de guerras de conquista en Occidente.
Entre 533 y 534, tras sendas victorias en Ad Decimum y Tricamarum, un ejército al mando de Belisario conquistó el reino de los vándalos, en la antigua provincia romana de África y las islas del Mediterráneo Occidental (Cerdeña, Córcega y las Baleares). El territorio, una vez pacificado, fue gobernado por un funcionario denominado magister militum. En 535 Mundus ocupó Dalmacia Ese mismo año Belisario avanzó hacia Italia, llegando en 536 hasta Roma tras ocupar el sur de Italia. Tras una breve recuperación de los ostrogodos (541-551), un nuevo ejército bizantino, comandado esta vez por Narsés, anexionó de nuevo Italia al Imperio, creándose el exarcado de Rávena. En 552 los bizantinos intervinieron en disputas internas de la Hispania visigoda y anexionaron al Imperio extensos territorios del sur de la Península Ibérica, llamándola Provincia de Spania. La presencia bizantina en Hispania se prolongó hasta el año 620.
La época de Justiniano no sólo destaca por sus éxitos militares. Bajo su reinado, Bizancio vivió una época de esplendor cultural, a pesar de la clausura de la Academia de Atenas, destacando, entre otras muchas, las figuras de los poetas Nono de Panópolis y Pablo Silenciario, el historiador Procopio, y el filósofo Juan Filopón. Entre 528 y 533, una comisión nombrada por el emperador codificó el Derecho romano en el Corpus Iuris Civilis, permitiendo así la transmisión a la posteridad de uno de los más importantes legados del mundo antiguo. Otra recopilación legislativa: el Digesto, dirigido por Triboniano fue publicada en 533. El esplendor de la época de Justiniano encuentra su mejor ejemplo en una de las obras arquitectónicas más célebres de la historia del Arte, la iglesia de Santa Sofía, construida durante su reinado por los arquitectos Antemio de Tralles e Isidoro de Mileto.
Dentro de la capital se quebrantó el poder de los partidos del circo, donde las carreras de cuádrigas habían devenido en una diversión popular que levantaba pasiones. De hecho, eran utilizadas políticamente, expresando el color de cada equipo divergencias religiosas (un precoz ejemplo de movilizaciones populares utilizando colores políticos). La Iglesia reconoció al señor de Constantinopla como sacerdote rey y restauró la relación con Roma. Surgió una nueva Iglesia de la Divina Sabiduría como signo y símbolo de un esplendor que sobrepasa al mismo Salomón en toda su gloria.
Las campañas de Justiniano en Occidente y el coste de estos actos de esplendor imperial dejaron exhausta la hacienda imperial y precipitaron al imperio en una situación de crisis, que llegaría a su punto culminante a comienzos del siglo VII. La necesidad de más financiación permitió que su odiado ministro de hacienda, Juan de Capadocia, impusiera mayores y nuevos impuestos a los ciudadanos de Bizancio. La revuelta de Niká (534) estuvo a punto de provocar la huída del emperador, que evitó la emperatriz Teodora con su famosa frase la púrpura es un glorioso sudario.[] Así mismo, un desastre se cernió sobre el Imperio el año 543 d.C. Se trataba de la Peste Justiniana. Se cree que provocada por el bacilo Yersinia pestis. Sin duda fue un elemento clave que contribuyó a agudizar la grave crisis económica que ya sufría el Imperio. Se estima que un tercio de la población de Constantinopla pereció por su causa.

Análisis/Explicación
El texto comienza con una serie de epitetos elogiosos dirigidos al emperador Justiniano, quien ordenó realizarla entre 529 y 534, y dirigida por el jurista Triboniano.
La finalidad de estas obras significaba el esfuerzo de un gobernante para dotar a su pueblo de un sistema jurídico tan cercano al modelo clásico.
Justiniano emperador de Bizancio hizo reunir todas las constituciones desde Adriano hasta sus días, haciendo variaciones. Clasificó el todo por materias bajo diferentes títulos y formó de ellos una sola obra que apareció en el año 529 conocida con el nombre de Codex Iustinianus o Código de Justiniano. El código fue confirmado por una constitución del emperador (el Codex Vetus).
Un pensamiento tan útil y acertado como era el de reunir todas las leyes en una sola obra, indujo bien a Justiniano a publicar bajo su nombre otras colecciones legales a las que dio fuerza obligatoria.
El Corpus se presenta como una reelaboración y una aplicación de las leyes que fuesen viables en la época en la que fue editado el Código, dejando de un lado a las que no tenían ninguna utilidad, debido, a que, el primer objetivo fue dar el pueblo un código práctico; y el segundo, conservar la jurisprudencia clásica.
Por otra parte se ha de reseñar del Corpus Iuris Civilis lo siguiente: que si Triboniano era dueño de escoger en las obras antiguas los textos que fuesen más de su agrado, no estaba por eso en las facultades del emperador, dispensarle de extractar bien y fielmente lo que aquellas contenían. Como legislador supremo podía muy bien Justiniano rechazar los actos de los Antoninos y condenar como sediciosos los principios de libertad que hasta entonces habían sostenido los últimos legisladores del Imperio Bizantino. Pero los hechos pasados estaban ya fuera de los límites de su poder. El emperador Justiniano de alguna manera alteró los antiguos textos y poniendo bajo los respetables nombres de sus antecesores ideas serviles, nacidas en los últimos tiempos del Imperio Bizantino y desfigurando respetables decisiones que representaban las ideas de los antiguos emperadores. Estas alteraciones son las denominadas Emblemata Triboriani.
La compilación legislativa dirigida por Triboniano pretendió ser en el campo del derecho y el gobierno un instrumento de desarrollo del programa de absolutismo imperial. El objetivo de la recopilación jurídica era recoger la tradición romana y armonizarla con la cristiana a fin de dotar al Imperio de una base homogénea. Su resultado fue el Corpus Iuris Civilis constituido en cuatro partes. El Código de Justiniano, redactado en latín, que recogío los edictos imperiales emitidos desde Adriano, en el siglo II, hasta el año 533. Los Novellae, o nuevas disposiciones del propio Justiniano, redactadas en griego. El Digesto o Pandectas, del año 533, obra en cincuenta libros, síntesis de fragmentos de las obras de grandes jurisconsultos romanos, que reunía iuras (textos escritos que recopilaban los antiguos precedentes del Derecho Romano). Y los Instituta, del año 533, manual para los estudiantes de Derecho en cuatro libros, que sigue el modelo de Instituciones de Gayo.

Autor
El Código de Justiniano (en latín, Codex Iustinianus) es una recopilación de constituciones imperiales promulgada por el emperador Justiniano, en una primera versión, el 7 de abril de 529, y en una segunda, el 17 de noviembre de 534. Este último forma parte del denominado Corpus Iuris Civilis.



4. La querella de las imágenes: los puntos de vista del emperador iconoclasta y papa iconódulo

Naturaleza
Es un texto de naturaleza literaria, ya que se trata de dos cartas, incluidas dentro del género epistolar, debido a que narran unos hechos.

Resumen
Cartas con los puntos de vista sobre la querrella iconoclasta del emperador Constantino V y el papa Gregorio II.

Contexto histórico
La historia de esos ciento cincuenta años, entre 717 y 867, que, desde el punto de vista social se caracterizó por el progreso de la gran propiedad en detrimento de la fuerza de las aldeas, ofreció además, tres polos fundamentales de interés: la guerra contra los enemigos exteriores (árabes, jázaros, eslavos y búlgaros), la ampliación del ámbito político y cultural de Bizancio hacia los mundos búlgaro y eslavo y la querella de las imágenes, esto es, la disputa entre los iconoclastas, partidarios de su eliminación, y los iconódulos, defensores de su veneración e incluso de su adoración.
La disputa en torno al carácter de las imágenes y su culto se desarrolló en tres gran etapas. La primera, entre los años 726 y 787, conoció el triunfo de la iconoclastia. La segunda hasta 811, y la tercera, la imposición al culto de las imágenes, en 836.
La querella de las imágenes fue hasta cierto punto inevitable en el Imperio de Bizancio. La devoción por ellas había sido mucho más vigorosa en oriente que en occidente. Algunas de las imágenes de Cristo, la Virgen y ciertos santos había generado un verdadero culto de los iconos en sí mismos. Durante el siglo VII, los campos de batalla, las ciudades sitiadas, los monasterios, las casas se llenaron de imágenes, propiciando un ambiente de frenética iconodulía. A ella contribuyeron especialmente los monasterios que conservaban las imágenes más populares, a las que se atribuía milagrosos portentosos, lo que generaba una corriente de peregrinaciones y ofrendas.
El problema de complicaba por el hecho que, desde un punto de vista teológico, lo iconodulía formaba parte de la ortodoxia que, antes de la explosión iconoclasta, la Iglesia había defendido tanto frente al monofisismo como frente al judaísmo y el islamismo, los tres opuestos a la tradición icónica. Con estos precedentes, no fue extraño que las corrientes iconoclastas más vigorosas nacieran en las fronteras orientales del Imperio, las que, en el siglo VIII, vivían en contacto con monofisitas, judíos y musulmanes.
Esta interpretación religiosa del debate de las imágenes hay que unirla a la interpretación política. El emperador que por primera vez prohibió los iconos, León III <>, tenía la voluntad de crear una nueva dinastía y la de realizar una renovación política. La expresión religiosa de ambas voluntades la encontró en la exaltación de la cruz, que propició de forma paralela a la persecución de las imágenes. Al hacerlo así, León III contrapuso la autoridad de la cruz de Cristo al poder de las imágenes de los santos, monopolizadas por los monasterios, terratenientes cada vez más poderosos. La cruz se convirtió en un referente de propio emperador, el poder único, por encima de las demás autoridades, militares, civiles o eclesiásticas.
Un golpe de Estado en abril de 717 permitió al estratega de Asia Menor hacerse con el trono imperial que ocupó con el nombre de León III <> (717-741). En pocos meses, el nuevo emperador fortaleció su posición rechazando dos ataques navales de los árabes a Constantinopla y frenando las intenciones búlgaras de hacer lo mismo por tierra. Su esfuerzo sirvió para que los bizantinos recuperaran la iniciativa militar perdida hacía ochenta años. Ello permitió al nuevo emperador emprender los primeros pasos de reorganización del Estado que, en seguida, cubrió tres aspecto principales: el reforzamiento de la figura del emperador como legislador inspirado por Dios, el aumento del número de themas y la imposición de la iconoclasta.
El arranque del movimiento iconoclasta se produjo en el año 726. El primer acto simbólico consistió en la retirada de la imagen de Cristo que remataba la puerta del palacio imperial y su sustitución por una cruz. A ella siguió la destrucción sistemática de las imágenes, frente a la que los jefes iconódulos, casi siempre monjes, singularmente, Juan Damasceno, elaboraron sus primeras argumentaciones teológicas. Su base se hallaba en la concepción neoplatónica que la imagen es la representación que puede ayudarnos a entrar en contacto espiritual con aquel a quien representa, aunque el figurado sea el propio Dios como encarnado en Cristo. Los papas se negaron a aceptar las tesis iconoclastas, lo que provocó su enfrentamiento con el emperador, que se apresuró a segregar las diócesis bizantinas de Italia y la Iliria del patriarcado de Roma para encandilarlas en el de Constantinopla. La decisión reforzó las tradicionales buenas relaciones entre emperador y patriarca bizantino, que, en cambio, fueron combatidos por los monjes.
Las hostilidades entre iconoclastas e iconódulos alcanzaron su ápice en el reinado de Constantino V (741-775), quien desató una sistemática persecución de los defensores de las imágenes. Tal actitud suscitó la definitiva ruptura con el papado, que encontró en el rey franco Pipino <> la ayuda que necesitaba tanto contra los lombardos como contra las injerencias de las autoridades bizantinas. Ello proporcionó al papa la independencia deseada respecto a Bizancio y confirmó la vinculación del pontificado a los destinos de occidente.
La muerte de Constantino V puso fin al período más duro de la persecución iconoclasta.

Análisis/Explicación
El impacto de la expansión islámica sobre la Cristiandad se dejará sentir con fuerza en ambas cuencas del Mediterráneo.
La iconoclasia había sido motivada principalmente por una interpretación literal de los Diez Mandamientos, que prohíben la elaboración y veneración de «imágenes talladas».
El emperador motivado por los reveses militares en la lucha contra los musulmanes y la erupción de la isla volcánica de Tera, que León posiblemente veía como evidencia de la ira de Dios que la Iglesia había atraído por su veneración de imágenes.
Por otro lado, el papa tiene la base de sus argumentaciones hallaba en la concepción neoplatónico que la imagen era una representación que puede ayudarnos a entrar en contacto espiritual con aquel a quien representa, aunque el figurado sea el propio Dios como <>. Su teología subrayaba, invocando la economía de la encarnación, el carácter sacramental del icono que, por su vinculación con quien representa, es fuente de gracias.
Además, que gran parte de la población durante la Edad Media era analfabeta, por lo que es un libro para los que saben leer, es una imagen para los que no leen. Lo que se enseña con palabras al oído, lo enseña una imagen a los ojos. Las imágenes son el catecismo de los que no leen.

Autores
De la primera carta, el autor es Constantino V Kopronymos (718-775) emperador bizantino entre el 741 y el 775.
Constantino continuó la política iconoclasta de su padre León III, persiguiendo activamente a los iconódulos y a los monasterios. En 753 convocó un concilio de obispos y clero iconoclasta, uno de los concilios más pequeños jamás reunidos, para proclamar que la veneración de imágenes era una herejía. Esta medida resultó muy impopular entre la población general. En 766 persiguió a los monjes y monjas iconódulos, obligándoles a unir sus manos en el hipódromo, mientras que las turbas linchaban a un eremita iconódulo llamado Esteban. También proclamó que el culto a las reliquias y a los santos era herético.
Constantino murió en septiembre de 775, durante una campaña contra los búlgaros, y los iconódulos consideraron que su muerte fue un castigo divino. Extendieron el rumor de que cuando era un bebé, durante su bautismo, había defecado en la pila bautismal, y por ello le aplicaron el sobrenombre de "Coprónimo". En el siglo IX fue desenterrado y sus restos arrojados al mar.

De la segunda carta, el autor es Gregorio II, Papa y santo. Nacido en Roma y muerto el 10 de febrero de 731.
Fue elegido el 19 de mayo de 715. Restableció el monasterio de Montecasino. Convocó en 729 un concilio contra los iconoclastas. Envió a San Bonifacio a predicar el cristianismo a Alemania y aceptó el gobierno de Roma que le ofreció el pueblo en el 726, sublevado contra la dominación del Imperio de Oriente.



3. Raíces doctrinales de la religión y guerra santa en el Islam

Naturaleza
Nos encontramos ante varios pasajes de la segunda sura de El Corán. Una fuente de tipo religioso, aunque susceptible de análisis desde los más variados ángulos.
La estructura de este pasaje, en particular, y la de todo el texto coránico, en general, guarda amplio paralelismo con la de los libros canónicos de otras religiones. En efecto, su carácter salmodiano sería la primero que nos llamaría la atención.

Resumen
Recoge los capítulos de El Corán que tratan de la guerra santa o "jihad".

Contexto histórico
En el espacio de menos de un siglo, un nuevo poder -el Islam- llega a construir un gigantesco imperio, desde la meseta del Irán hasta el Atlántico.
Desde la muerte de Mahoma, en el 632, la guerra santa va constituir el elemento dinamizador de este impulso. La España visigoda será su última víctima (711). La Cristiandad perderá por varios siglos su hegemonía en el Mediterráneo.
Mahoma había sembrado en ellos la idea de la guerra santa: todo musulmán que muriera defendiendo el Islam iría al séptimo cielo, la parte más selecta del paraíso. Los ejércitos musulmanes podían ser más toscos que los romanos y los persas, pero eran más numerosos y sus hombres desconocían el miedo a la muerte.

Análisis/explicación
La doctrina del Islam (sumisión a la voluntad divina) es predicada por Mahoma (el glorificado) a partir de 610. Anuncia la proximidad del juicio universal (castigo o premio de los actos terrenales) y la existencia del dios único Ala (creador y juez que determina el destino de los hombres). Admite la predicación de profetas anteriores (Noé, Abraham, Moisés, Jesús). Los pilares del musulmán son: la profesión de fe ("no hay más dios que Alá y Mahoma es su profeta"); la plegaria con ablución (cinco veces al día); la limosna (ritual); el ayuno del Ramadán (un mes del año) y el peregrinaje a La Meca (por lo menos una vez en la vida). Las tres fuentes de la fe son: el Corán (palabra de Dios), libro dividido en 112 suras o capítulos cuyo texto se fija definitivamente bajo Otmán, la Sunna (camino; tradición de costumbres y sentencias y fuente infalible, por tanto, de verdad). Posteriormente se propugna la Chijad o guerra santa aunque esta no consta en el Corán.
A lo largo del texto tenemos una serie de términos suyo análisis pormenorizado puede ser de interés.
El templo de Haram corresponde al santuario de la Kaaba, de La Meca, venerado en el mundo árabe desde fecha muy temprana y declarado como inviolable (haram) por el clan de los Qorays.
La referencia a los lugares santos se concreta a tres puntos: La Meca, principal centro de peregrinación; Medina, lugar del sepulcro del Profeta, y Jerusalén, santificada por el Islam desde la época omeya, y donde se encontraba la roca del <> de Mahoma. A medida que en el Islam se vayan produciendo escisiones, cada secta contribuirá a incrementar el número de lugares dignos de veneración: por ejemplo, las tumbas de Alí y su hijo al-Hosain para los chiítas.
Las expresiones infieles, idólatras, enemigos (opuestas al término creyentes) adquieren su verdadero sentido en el contexto de la guerra santa, necesaria para su neutralización. Sin embargo, cabe recordar que el Islam estableció una distinción entre los <> (judíos, cristianos y mazdeos), hacia los que había que tener ciertas consideraciones, y el resto de los pueblos, frente a los que la guerra había de ser llevada en toda su crudeza.
El término eternas llamas obligaría a una serie de consideraciones en torno al papel del infierno en la escatología islámica. La tradición lo situó debajo de la corteza terrestre: un enorme horno de siete compartimientos, el más profundo de los cuales estaba dividido en dos zonas: <>, o ardiente, y <>, o húmeda. Fuego, frío y hierro constituyen ka trilogía de tormentos para el condenado.
La referencia hasta que el culto divino haya sido restablecido nos llevaría a conectar con la hipótesis de un Islam más reformador que innovador. En definitiva, Mahoma como culminación de una revelación desarrollada a lo largo de una serie de etapas, y, por tanto, más dinámica que estática. Por ejemplo -remitiéndonos al pasaje del texto donde se habla de meses sagrados-, la práctica del ayuno, impuesta en el mes de Ramadán se tomaría como el restablecimiento en toda su pureza de una práctica envilecida por cristianos y judíos. La referencia al Talión, no es tampoco original en absoluto.
¿Qué sentido tiene la guerra santa en el conjunto de obligaciones por el Islam a sus fieles?
La profesión de fe del musulmán se apoya en varios pilares: oración ritual, ayuno del Ramadán, limosna, peregrinación a La Meca y guerra santa.
La importancia de esta última obligación sigue siendo motivo de controversia. A diferencia de las otras obligaciones, la guerra santa (jihad) no es un deber personal, sino un deber solidario, fijado después de la muerte del Profeta. En cualquier caso, el Corán resaltará la importancia de esta práctica no sólo en la segunda sura, sin también en otras: la tercera, la novena y la vigésimo segunda, donde se promete el perdón universal de los pecados. En una línea semejante se expresan las suras cuarta y quincuagésimo séptima.
Si el ayuno ha tenido su precedente en prácticas de otras religiones monoteístas, la guerra santa ha podido tenerlo en ciertas actividades de la Arabia preislámica. El término jihad designaría en ella <>, y habría que relacionarlo con las correrías de las tribus nómadas realizaban unas contra otras antes de la difusión del Islam. Más adelante, los árabe, convertidos en comunidad religiosa, procederían a sacralizar la jihad, canalizando sus energías contra enemigos exteriores y creando, en definitiva, un inmenso imperio. En última instancia, Omar, segundo calida ortodoxo y gran impulsor de la conquista, sería quien captase en todo su valor la importancia de la guerra santa, sacando con ello al Islam de sus moldes estrictamente familiares y nacionales, para convertirlo en una religión universal.
La guerra santa, convocada por el califa como jefe militar y religioso, lo era tanto como los paganos como contra los <>. Era norma de estos últimos pasasen a ser sometidos en calidad de protegidos (dimmis) mediante el pago de dos impuestos: Chizia (de tipo personal ) y Kharadj (territorial). Con el tiempo, otros pueblos, como los hindúes, fueron asimilados también a esta categoría. El botín obtenido en la guerra santa pasaba a dividirse en cinco partes: cuarto para los combatientes y una para el califa, que disponía su reparto entre los necesitados.
Al irse enfriando el entusiasmo bélico, estos criterios económicos resultaron insuficientes. La fiscalidad abasí tendría que convertirse, por ello, en un sistema impositivos menos rudimentario y, consiguientemente, más pesado para todos: fieles, dimmis y paganos.
En último término habría que calibrar cuál ha sido la proyección del jihad en la historia del mundo islámico.
La guerra santa constituyó un elemento clave que llevó a las vanguardias del Islam, en el primer tercio del siglo VIII, hasta el curso del Indo, las murallas de Constantinopla y el corazón de la Galia. La reacción militar de los bizantinos y francos (entre los años 717 y 732) y la crisis del califato, con el destronamiento de los omeyas, acarrearían la paralización del movimiento expansivo y las primeras fisuras de la unidad política. Al viejo dinamismo conquistador sucederá, de manos de los abasidas, el espíritu de organización adminstrativa sobre basas bizantinas y persas. Se puede decir que en estos momentos el jihad experimentó una primera crisis.
La reavivación de la llama vendrá de parte de los <> tardíamente islamizados: los turcos de Oriente y los nómadas bereberes que recorrían el espacio entre el Magreb y las riberas del Senegal y el Níger. A mediados del siglo XI éstos se agruparán en fortalezas-monasterios fronterizos (ribat; rabita, en plural), donde alternarán las prácticas religiosas con los ejercicios guerreros. Serán los al-murabitum o almorávides de las crónicas cristianas. Literalmente, los hombres del ribat. De su fanatismo religioso y de su capacidad bélica -auténtico renacimiento del jihad- habrían de ser testigos los taifas andalusíes y los reyes hispanocristianos durante varias décadas.
Del norte de África también partirán otras contraofensivas islamitas, aunque en ellas el principio de la guerra santa se mezclan con otros de distinto signo: el mahdismo entre los almohades, por ejemplo.
La identificación de ideales militares y religiosos, tan perfectamente lograda en el Islam, se proyectará hacia otras sociedades. Aunque en un terreno ciertamente especulativo, se ha hablado de la influencia musulmana sobre el principio de cruzada. En efecto, hasta finales del siglo XI no se produjo en la Cristiandad un impulso colectivo de signo religioso galvanizador de una idea guerrera o expansiva. La cruzada ("bellum sacrum", "bellum justum", en expresión de sus contemporáneos) se manifestó, así, como una especie de "anti-jihad". En una iena semejante, la creación de las órdenes militares por los cristianos -y particularmente las de cuño hispánico- se ha considerado por algunos autores como una réplica a las contraofensivas de turcos y almorávides. El enfrentamiento entre dos concepciones de la guerra santa va, así, a marcar la pauta del enfrentamiento entre dos sociedades.
Su progresiva secularización acabará enfriando este tipo de sentimientos, aunque aún en 1914 el sultán de Turquía -con muy pobres resultados- tratase de utilizar este expediente para levantar al Islam contra la Triple Entente.
Hay diferentes puntos de vista de acuerdo a la enseñanza del Corán respecto a otras religiones, hay grupos no musulmanes que enfatizan la siguiente azora que indica:
"Entonces, cuando los meses sagrados hayan pasado, matad a los idólatras dondequiera que los encontréis, y llevadlos (cautivos), y asediadlos, y preparar para ellos toda emboscada. Pero si se arrepienten y establecen adoración y se humillan, dejadlos libres. ¡Mirad! Alá perdona, es misericordioso".
Azora 9:5
En cambio los musulmanes consideran que juzgar al Islam en partes; es como un lector que al leer se tapa un ojo y no quiere leer con el otro, ya que hay textos que reprenden este acto, además en el Corán, en la vida de Mahoma y en la historia del Islam, también hay ejemplos para la misericordia con los no musulmanes.
El Islam afirma que todos los profetas han sido musulmanes y que ninguno de ellos afirmó que su religión haya sido el judaísmo o el cristianismo, por lo tanto creen que Abraham no era judío ni cristiano, así mismo aseguran que Moisés y Jesús predicaron el Islam.
De la misma manera el Corán indica en la azora:
Realmente la práctica de adoración ante Dios es el Islam.
Azora 3:19
Los musulmanes han respetado a los judíos y a los cristianos como "gente del libro", pero aseguran que han abandonado el monoteísmo y corrompido las sagradas escrituras. El Islam tolera a judíos y cristianos, pues les está permitido vivir y practicar su religión en territorios musulmanes aunque tienen que pagar un impuesto especial, la "Yizia", sustitutiva del azaque. El uso de la fuerza para convertir al incrédulo al Islam está prohibido.
La apostasía esta penada (con la muerte) bajo la ley islámica según se indica en la Sura XVI, 106
Sobre quien reniega de Dios después de su profesión de fe —se exceptúa quien fue forzado, pero cuyo corazón está firme en la fe—, y sobre quien abre su pecho a la impiedad, sobre esos caerá el enojo de Dios y tendrán un terrible tormento.
Corán, Sura de las Abejas (16), 106.
Sin embargo los no musulmanes sufren persecución en determinados países islámicos, y así lo muestran determinados informes del Human Rights Watch. Por ejemplo, los Ahmadis en Arabia Saudi o en Indonesia; judíos, cristianos, protestantes y baha'is en Iran; cristianos en Egipto, cristianos y animistas en Sudan; etc.

Autor
Mahoma no había dejado nada escrito (principalmente porque no sabía escribir), por lo que sus enseñanzas se conservaron únicamente en la memoria de sus seguidores y, ocasionalmente, escritas en los lugares más insólitos (omóplatos de camello, hojas de palmera, piedras, etc.) Tras la muerte del profeta, todo este material fue compilado por Zhaid ibn Thabit, bajo la dirección del Califa. Así fue redactándose lo que se convertiría en El Corán (la lectura), el libro sagrado de los musulmanes.
A mediados del siglo VII, existían al menos cuatro ediciones del Corán, con las diferencias suficientes para provocar disputas e interpretaciones divergentes. Por ello Utmán nombró una comisión que preparase una única versión oficial, que sería la obligatoria para todos los musulmanes hasta la actualidad. Las demás versiones fueron destruidas. El Corán que sobrevivió consta de 144 suras (capítulos) ordenados según su longitud, desde el más largo hasta el más breve, salvo el primero, que es más corto pero contiene los dogmas fundamentales del Islam.
Se pueden distinguir en él dos fuentes básicas, una más antigua redactada en La Meca en prosa rimada y otra posterior redactada en Medina en una prosa más pesada, monótona y repetitiva. Ambas aparecen mezcladas en una maraña que nadie hasta ahora ha intentado analizar. Hay versículos de una intercalados en versículos de la otra, algunos de los más recientes contradicen a los más antiguos y tal vez sea imposible fechar correctamente las distintas partes. Años más tarde surgió la versión oficial de el Corán es la trascripción literal de un libro que está en el cielo y que le fue dictado a Mahoma por el arcángel san Gabriel.
La redacción de El Corán, obra de la que se ha traído este fragmento, plantea, de entrada, el problema de las fuentes de inspiración. Hay una tendencia a rechazar las escritas por razón del carácter iletrado o semiiletrado del Profeta. Las tradiciones orales han tenido un mayor peso. En cualquier caso, la redacción del Corán responde al deseo de los islamitas de tomar un libro sagrado como eje de su religión. El peso del judaísmo y del cristianismo en este sentido parece que fue decisivo.
El texto coránico empezó a elaborarse muerto Mahoma. Omar y algunos compañeros del profeta redactaron versiones que presentaban algunas diferencias. Fue con el tercer califa ortodoxo -Otman- cuando se procedió a dar un texto oficial. Se recogieron en él 114 capítulos o suras. La segunda, a la que pertenece el texto que comentamos, es la más larga: cubre 286 versículos.
Esta redacción definitiva presentó, sin embargo, serias dificultades. En primer lugar, de orden filológico, por la insuficiencia de la escritura árabe primitiva. De orden doctrinal, en segundo término, por cuanto la autenticidad de algunos pasajes fue cuestionada por posteriores movimientos sectarios. Así, los jayiritas rechazaron la decimosegunda sura, relativa a la historia de José. Los chiítas, por su parte, acusaron a Otman de no destacar suficientemente el papel de Alí y de su linaje en la configuración del Islam. Ya hemos indicado, además, cómo los pasajes referentes a la guerra santa no respondieron quizá a los deseos de Mahoma, sino que constituyeron más bien el reflejo de una necesidad de la comunidad islámica después de la muerte del Profeta.



4. La expansión musulmana: pacto de capitulación del gobernador visigodo Teodomiro de Oriola (año 716)

Naturaleza
Se trata de un texto de naturaleza jurídica, un pacto de capitulación o acuerdo entre dos partes.

Resumen
Descripción del pacto de capitulación entre el gobernador visgodo Teodomiro de Oriola con Abd-al-Aziz, primer valí de al-Andalus, en el año 716.

Contexto histórico
Se conoce como Invasión musulmana el proceso que abarca las operaciones militares que durante el siglo VIII condujeron al dominio musulmán de la mayor parte de la península Ibérica y a la formación de Al-Andalus.
De acuerdo con las fuentes conservadas, la invasión de la península habría tenido lugar el año 711, una vez concluida la conquista militar musulmana de la mayor parte del norte de África, aunque mucho antes de que tuviera lugar una asimilación militar y religiosa de sus habitantes beréberes.
En aquel momento gobernaba el reino visigodo Roderic (conocido más tarde como Don Rodrigo), quien había accedido al trono a la muerte de Witiza y que se enfrentaba a diversos conflictos sucesorios con los hijos de Witiza.
Como precedentes de la conquista militar, política y social encontramos las acciones de Tarif Abu Zara, básicamente de saqueo, si bien la veracidad de este hecho, así como muchos otros de la conquista musulmana, es discutida por muchos historiadores. Según una leyenda muy improbable, Don Julián, gobernador bizantino de Ceuta, cuya hija, la Cava, había sido violada por Rodrigo, habría proporcionado ayuda logística al ejército musulmán. Sí es más probable la colaboración de Julián con Tariq, general berebere, para proporcionarle la información necesaria sobre la situación política en la península y ofrecerle medios a cambio de no ser presionado militarmente.
En la primavera de 711 una expedición formada por unos 9.000 hombres y mandada por Táriq Ibn Ziyad, gobernador de Tánger, entró en la península sin el conocimiento de Musa ibn Nusair, el gobernador árabe en Ifriqiyya, Túnez. Esta expedición superaría el estrecho el 27 de abril de 711 y conquistaría Algeciras, donde Tariq aumentó el número de hombres y desde donde se enfrentó a Don Rodrigo el 19 de julio de 711, en la batalla de Guadalete, llamada así porque tradicionalmente se localizó junto al río Guadalete, aunque los últimos estudios la sitúan a orillas del río Guadarranque. Un año más tarde, y en saber la noticia, Musa cruzaría el estrecho para las conquistas beréberes al dominio del Imperio Árabe
El desarrollo de la conquista
En el año 711 caía la ciudad de Córdoba, mientras que la zona del Estrecho, la comarca de Córdoba, y la ruta hasta Toledo, con las retaguardias de Sevilla y Mérida, de donde podía proceder el peligro.
No obstante los hechos se desarrollaron mejor de lo que Musa podía esperar. Las ciudades de Medina-Sidonia, Carmona y Sevilla les recibieron casi sin lucha, se dice porque los partidarios de Rodrigo habían huido y predominaban los de Witiza o cuando menos los neutrales, pero probablemente fueron grupos hispano-romanos descontentos con el gobierno visigodo, quienes los recibían como a un pueblo civilizado y en cierto modo como una manera de cambiar el gobierno. Los partidarios de Rodrigo se concentraron en Mérida. Musa sitió la ciudad que resistió a los embates enemigos. Dieciséis meses necesitó para tomar la ciudad (capituló el 30 de junio del 713). A la vez fueron tomados otros territorios, especialmente en el sudeste, como el Reino de Tudmir (Murcia, Alicante y otras comarcas de Andalucía y Albacete) gobernada por el duque visigodo Teodomiro, en este caso por el hijo de Musa, Abd-al-Aziz.
En este momento los musulmanes dominaban la Bética, una parte de Lusitania, parte de la Cartaginense y la Tarraconense Occidental. Es probable que durante el sitio de Mérida, Musa concertase acuerdos con los nobles godos de las ciudades, a los que garantizaba su mantenimiento en el poder, sus bienes y su religión, a cambio de que reconocieran la soberanía del Califa. Los magnates godos que firmaron los tratados se obligaban a ser fieles y sinceros con el wali de Hispania (éste era el título que se arrogaba Musa), a no conspirar con sus enemigos, a pagar un tributo anual por cada uno de sus súbditos cristianos; a cambio les serían respetados sus dominios y la libertad de sus súbditos, los cuales no podrían ser violentados en su religión, ni quemadas sus iglesias. Estos acuerdos se extendieron también a los magnates que, aun sin el título de conde, gobernaban de hecho sobre extensos territorios en los que no había ninguna ciudad importante, y a algunos duques, a todos los cuales debieron entregarse las propiedades de los magnates partidarios de Rodrigo. Una parte de las tierras reales visigodas, que eran muy extensas, serían entregadas a los participantes en las expediciones (los que ya estaban en Hispania y los que llegaran en el futuro), excepto una quinta parte que quedaría para el Califa (quizá de ahí vienen los topónimos de "Quintana de...", "Quintanilla de...").
Musa no estableció ninguna modificación en los impuestos, los cuales seguirían recaudándose en igual forma que hasta entonces, pero su importe pasaría a poder del wali árabe de Hispania, el cual remitiría un quinto de su importe al Califa. Las convenciones mejoraban la posición de la nobleza, que además de mantener sus posesiones en seguridad lograrían sin duda evitar algunos impuestos. Se cree que a los humildes se les rebajaron los impuestos, lo que provocó una mejora de su situación y la legislación anti-judía desapareció.
Una vez asegurada la capitulación de Mérida, Musa se encontró con Tariq en Talavera, junto al cual seguiría avanzando hacia el norte. En la primavera del 714 avanzaron hacia Zaragoza, desde donde Tariq se dirigió a Soria y Palencia, para penetrar en Asturias, donde alcanzó el mar Cantábrico en Gijón. Por su parte, Musa ocupaba Logroño, León y Astorga, fijando provisionalmente los límites de la conquista en el valle del Ebro. En verano de 714 fueron llamados por el Califa de Damasco, mientras que el hijo de Musa, Abd-al-Aziz, permaneció en Sevilla, primera capital de Al-Andalus, como wali. Bajo su mandato se completó la conquista de la zona oriental y se consolidaron las posesiones de Évora, Santarem y Coimbra.
En 717, Abd al-Aziz ibn Musa era asesinado violentamente, abriéndose así un periodo de graves turbulencias en Al-Andalus que se extendería durante cuarenta años. Ese mismo año la capital se instaló en Córdoba y entre ese año y el 719 capitularon Pamplona, Huesca y Barcelona, lo que obligó a los hispanogodos resistentes a refugiarse en las montañas del Cantábrico o el Pirineo o emigrar a la zona de Narbona. Aunque Narbona cayó en el año 720, los musulmanes no lograron penetrar en el reino franco merovingio por Aquitania, Provenza, Borgoña o Gascuña, y a pesar de que prosiguieron las expediciones musulmanas, estas fueron definitivamente paralizadas en el 732 en la Batalla de Poitiers.
La constante conflictividad interna de Al-Andalus propició asimismo la consolidación de un movimiento insurreccional en la costa del Cantábrico, surgido de la victoria en la batalla de Covadonga el 718, por parte de Don Pelayo, sobre el cual se edificaría paulatinamente durante la primera mitad del siglo el reino de Asturias, al que seguirían más tarde la formación de otros núcleos en la zona oriental.

Análisis/Explicación
El texto comienza con una advocación a Dios, con el que suelen presentarse los acuerdos de época musulmana con Alá de testigo.
En concreto es un documento de sulh. El término árabe sulh, que se puede aplicar a negocios jurídicos y pleitos de diversa índole, es traducible por «transacción», «acuerdo» o «pacto». Se trata desde el punto de vista de la jurisprudencia islámica, de un contrato mediante el cual las partes, haciéndose mutuas concesiones, es decir, abandonando un derecho a cambio de una compensación, evitan un litigio o ponen fin al ya comenzado. Como sería en este caso la negociación de la capitulación de Teodomiro.
Teodomiro (en árabe, Tūdmir) duque visigodo del siglo VIII gobernador de la Provincia Carthaginense. Posteriormente con la dominación islámica, y merced a un famoso y documentado Tratado firmado con Abd al-Aziz ibn Musa en abril de 713, gobernó a título de rey un territorio cristiano visigodo autónomo dentro de Al-Andalus, denominado kora de Tudmir, territorio que abarca aproximadamente en la actualidad la provincia de Alicante y la Región de Murcia.
Se menciona a Abd al-Aziz ibn Musa ibn Nusair quien fue el primer valí de Al-Ándalus, gobernando entre los años 714 al 716. Sucedió a su padre en el cargo de gobernador de Al-Andalus, el cual para conseguir más fácilmente el dominio musulmán en la Península, Abd-al-Aziz siguió una política de pactos o tratados, mediante capitulaciones, con los mandatarios visigodos. Esta política fue la más frecuente y generalizada. Uno de los tratados mejor documentados -recogido por diversos autores como al-Dabbi, al-Razi, al-'Udri y al-Himyari- fue el que hizo (abril de 716) con Teodomiro, mandatario visigodo de la zona suroriental de la Península -Orihuela, Mula, Lorca, Alicante, Elche, Balantala y Ello-. En él y entre otras catorce importantes y significativas disposiciones, se permitía a Teodomiro poder seguir gobernando en dicha zona tras la conquista.
Aparece una lista de testigos por el lado árabe, como, Habib ibn Abi 'Ubayda al-Fihri, asesor de Abd-al-Aziz nombrado por Musa, antiguo gobernador de al-Andalus. Ayyub Habib al-Lajmi es el sucesor interino de Abd-al-Aziz en el cargo de gobernador de al-Andalus. Así como otros que formaban parte del contingente llegados a la península en la primera oleada de 711.
Se continúan mencionando en el texto, las condiciones a las que se llega en el acuerdo, por el que los conquistadores árabes respetarán las vidas, las costumbres, creencias y posesiones de los sometidos. Así como también añade la cuantía del pago de un tributo en especie.

Autor
El autor es Antonio Huici Miranda (Bulanda, Navarra, 20-IV-1879 - Valencia, 9-XI-1973). Historiador y arabista, el cual elaboró una traducción de Al-Hulal al Mawsiyya’: crónica árabe de las dinastías almorávide, almohade y benimerin, donde se encuentra tratado de capitulación de Tudmir, a partir de un original en árabe de un historiador musulman medieval.



6. Cultivo de la ciencia y mecenazgo en el califato abasí
Naturaleza
La naturaleza del texto es literaria, de tipo narrativa ya que se trata de una crónica, el género más abundante durante la Edad Media, el cual nos informa en el fragmento de las medidas tomadas por el califa al-Mamún para el fomento de la ciencia en el califato abasí.

Resumen
Se trata de una relación de las medidas tomadas por el califa abasí al-Mamún para el fomento de la ciencia dentro del mundo musulman.

Contexto histórico
La descendencia del tío paterno de Mahoma, Abbás, dio origen a la dinastía abasí, que residían en Humayma, una pequeña aldea de Palestina. Fueron aliados de quienes se opusieron al gobierno de los omeyas pero sin participar directamente de las luchas políticas. Fue recién en el año 716, cuando los chiítas, que habían sido desplazados del poder por los omeyas, delegaron sus derechos en un abasí, Abú-l´Abbás quien organizó un levantamiento contra los omeyas de Irak y Khorasán en Irán oriental. Desde esta última se dirigieron a Irak y luego a Siria, venciendo definitivamente a los omeyas en el año 750, asesinando a muchos de sus miembros y restaurando la tradición musulmana, que ellos acusaban había sido descuidada por los omeyas.
Abú-l´Abbás ocupó el cargo de califa entre los años 750 y 754, estableciendo la capital, que hasta ese momento era Damasco, en las ciudades iraquíes de Hashimiya primero y posteriormente en Anbar, desplazando así el poder de Siria hacia Irak, y conformando el califato numerosas etnias que tenían en común la fe islámica. Los persas tuvieron participación destacada, incluso política, teniendo gran influencia en el califato abasí. Hasta el año 803 el cargo de visir fue desempeñado por la familia de los Barmécidas, de origen persa.
El segundo califa, fue Abu Yafar al-Mansur, quien gobernó entre los años 754 y 775. Construyó, a orillas del Tigres, la ciudad de Bagdad, que convirtió en capital, colmada de opulencia, de cuya magnificencia podemos hallar testimonio en los cuentos de “Las Mil y Una Noches”. El desarrollo del comercio fue fundamental como fuente de riquezas, controlando las rutas orientales y occidentales. Prosperó la agricultura y se exportaban productos suntuarios. La autoridad de los califas fue cada vez más despótica, respaldados para asegurar el orden, en un ejército poderoso y controlando todas las decisiones del resto de los gobernantes: los emires o gobernadores de provincia, amiles o intendentes de finanzas y los jefes de correos.
En el año 775, su hijo al-Mahdi (775-785), le sucedió en el mando, ejerciendo un gobierno próspero, mejorando la edificación y las industrias. Se enfrentó con resultados positivos, a los bizantinos que pretendían apoderarse de Siria y al guerrero persa al-Muganna, que había conquistado Trasoxania. Al-Mahdi murió enfrentado a su hijo mayor que se opuso al nombramiento como sucesor, de su hermano menor, Harun al-Rashid. Este primogénito, de nombre Musa al-Hadi, asumió el cargo, y luego fue sucedido por su hermano menor, Harun al-Rashid, cuya asunción era el deseo de su padre, quien murió por apoyarlo. Sin embargo, su gobierno no fue lo que seguramente había soñado su ancestro. Si bien la dinastía abasí lució en todo su esplendor, se rodeó de grandes lujos que lo distanciaron de su pueblo.
En su sucesión se enfrentaron sus hijos, al-Mamun, cuya madre era persa y al-Amín, de herencia árabe. El primero triunfó dando muerte a su hermano.
Al-Mamun, fue menos ortodoxo que sus predecesores en materia religiosa y fundó una escuela de traducción donde la literatura clásica fue traducida al árabe. Favoreció a los persas, siguió la doctrina de los mutazilíes, protegió a los sabios e hizo traducir al árabe obras griegas de carácter científico y filosófico.
Las características fundamentales del califato abásida fueron:
1.) La sacralización del poder: estos califas, se consideran una dinastía bendita, sacralizada por la religión.
Todos ello, entre sus títulos, adoptan el de imán (guía de la comunidad islámica), adoptando así la jefatura política y religiosa. Sus símbolos de poder, derivan directamente del Profeta: el sello, la lanza, la túnica etc.
2.) Desplazamiento de Siria a Irak: en el 762, se funda Bagdad, que recoge la herencia y el protocolo de la antigua Persia.
3.) Ámbito militar: se pone fin a los ejércitos tribales y los nuevos ejércitos, se basan en los mercenarios.
4.) Esplendor urbano, mercantil e intelectual: los siglos abasíes, son considerados la Edad de Oro musulmana.

Análisis/Explicación
El séptimo califa, Abd Allah al-Ma'mun, alentó la búsqueda del conocimiento científico aún más que su padre al-Rashid, estableciendo en Bagdad una institución de investigación y traducción: la Casa de la Sabiduría (Bayt al-Hikma).
En la Casa se tradujeron las obras de Euclides, Diofanto, Menelao, Arquímedes, Ptolomeo, Apolonio, Diocles, Teodosio, Hipsicles y otros clásicos de la ciencia griega. Es necesario enfatizar que estas traducciones fueron hechas por científicos, no por expertos en lenguas ignorantes de las matemáticas, y la necesidad de estas traducciones fue estimulada por las investigaciones más avanzadas de la época. En este ambiente científico y multicultural se educó y trabajó al-Jwarizmi junto con otros científicos como los hermanos Banu Musa, al-Kindi y el famoso traductor Huanyn ibn Ishaq. Dos de sus obras, sus tratados de álgebra y astronomía, están dedicadas al propio califa.
Uno de los motivos por los que fue tan fácil difusión de las nuevas obras traducidas fue la llegada desde Asia central a Bagdad de la técnica de fabricación del papel, que venía a sustituir al pergamino y al papiro como soporte, los hacía más económicos, y por lo tanto, más accesibles a un público mayor.

Autor
Said al-Andalusí (Almería, 1029 - Toledo, 6 de julio de 1070), conocido también como al-Qurtubi (el cordobés) o al-Tulaytuli (el toledano), fue un cadí, científico e historiador andalusí.
A comienzos del siglo XI, Al-Ándalus se encontraba en una época inestable, conocida como fitna o guerra civil, desencadenada tras la muerte de Almanzor y que culminó con la fragmentación del Califato Omeya de Córdoba y la aparición de los pequeños reinos Taifas.
A comienzos de la fitna, la familia de Said al-Andalusí huyo de Córdoba a Almería, donde Said nació en el año 1029. Se desconoce la cronología de la primera etapa de su vida, aunque probablemente aprendió a leer en Almería; además, estudiaría derecho y las tradiciones (hadit) islámicas. Se sabe también que viajó por toda la península, siguiendo algunos cursos en Córdoba.
A los 17 años, en 1046, se asentó en Toledo y completó su formación al lado de eminentes maestros como Ibn al Waqqasi, Al-Quwaydis, Ibn Hazam e Ibn al Fath.
Murió en Toledo a los 42 años de edad, el día 6 de julio de 1070. La cultura medieval perdió a un científico de primer orden y Al-Ándalus a uno de sus más ilustres sabios.
Como científico, Said Al Andalusi se orientó preferentemente hacia el campo de la astronomía y las matemáticas. Contribuyó de manera decisiva a la formación de las famosas tablas toledanas. También es de destacar su gran labor de mecenas en la ciudad de Toledo, reuniendo entorno así lo que se conoce como los doce sabios.
Como jurista, y en concreto como juez de la ciudad de Toledo, gozó de gran fama. Parecen destacar dos grandes innovaciones en los procesos judiciales: la admisión de un solo testigo bajo juramentos como prueba válida y la validez jurídica de un testimonio escrito siempre que fuera conformado por los dos testigos.
Como historiador de la Ciencia, este autor representa una fuente imprescindible para el estudio de la ciencia antigua y medieval. Igualmente es imprescindible para conocer la Ciencia en Al-Andalus.
La única obra de Said al-Andalusi que se conserva es Kitab Tabaqat al-uman (Libro de las categorías), aunque se sabe que escribió otras tres obras más. Las demás se perdieron en el transcurso de la historia, pero se sabe que existieron y que son anteriores a ésta precisamente porque son citadas en ella:
· Recopilaciones de la historia de los pueblos árabes y no árabes.
· Corrección de los movimientos de los astros.
· Discursos sobre la gente de las religiones y las sectas.



4. La coronación de Carlomagno en la Navidad del año 800
Naturaleza
El presente texto se encuentra dentro de los testimonios de tipo narrativo del medievo. De ellos, los anales son una de sus más acabadas expresiones. El documento se limita a dar constancia de un acontecimiento: la coronación de Carlomagno como emperador en la Navidad del 800 por el Papa León III.

Resumen
Descripción de la coronación de Carlomagno por el papa León III en la Navidad del año 800.

Contexto histórico
El entorno histórico-político del texto es de sobra conocido: la dinastía carolingia, afirmada en el trono en los anteriores años, llega a la cima de su poder con las afortunadas campañas militares de Carlos contra sajones, lombardos, musulmanes, etc. La crisis del Imperio bizantino y la alianza del pontificado con los monarcas francos harán el resto. Los acontecimientos se precipitarán hasta desembocar en uno de los más importantes del medievo: la coronación imperial de Carlomagno, expuesta de forma concisa en este fragmento que comentamos.
La aristocracia romana presionaba al Papa, como de costumbre, planteándole cada vez más exigencias. Como éste no se mostró dispuesto a ceder, se urdió una conjuración para mutilarlo e incapacitarlo así para el cargo, lo que obligaría a elegir un nuevo Papa (presumiblemente más sumiso). A finales de 799 León III fue encarcelado y tuvo que refugiarse en el palacio del duque de Spoleto. Desde allí pidió ayuda a Carlomagno, pero éste no se movió. Decidió (al parecer, aconsejado por Alcuino) que si el Papa quería su ayuda tenía que ir a pedírsela personalmente. En aquel momento Carlomagno estaba nuevamente en Sajonia, tratando de reducir a los sajones mediante deportaciones masivas (ese mismo año Sajonia fue incorporada al reino franco). El Papa tuvo que viajar hasta allí, tras lo cual Carlomagno se brindó a escoltarlo de regreso a Roma.
A la llegada, los nobles romanos explicaron su grave preocupación por la dudosa moral de León III y lo acusaron de simonía. Carlomagno podía haber rechazado sin más tales acusaciones, pero hizo algo más provechoso. Convocó una asamblea de autoridades eclesiásticas presidida por él mismo en la que se esclarecerían los hechos. En definitiva, León III tuvo que pasar por la humillación de ser juzgado por Carlomagno. El juicio se celebró el 23 de diciembre de 800 y fue un mero trámite: León III juró su inocencia y su juramento fue suficiente. Pero quedó asentado que el rey franco estaba por encima del Papa y no al revés.
Contra todo pronóstico, la última nochebuena del siglo León III urdió la treta más astuta imaginable para invertir los papeles. Al día siguiente Él y el rey franco presidieron una misa de navidad, y en el momento en que Carlomagno estaba arrodillado, tal vez con los ojos cerrados devotamente, León III sacó una magnífica corona que había encargado y la colocó sobre la cabeza del que ahora pasaba a ser proclamado ¡emperador!
Tenía su lógica. Oficialmente, toda la Europa cristiana formaba parte del Imperio Romano. Importaba poco que el emperador no tuviera ninguna autoridad real en occidente. Todos eran súbditos romanos. El linaje de emperadores Romanos se había transmitido desde Augusto hasta Constantino VI, pero ahora el trono imperial estaba vacío. Había una mujer en el trono, Irene, pero para los francos, una mujer emperador no sólo era un atentado contra la gramática, sino que carecía de todo sentido. La vieja ley sálica merovingia no consentía que las mujeres reinaran. Así pues, no había emperador.
Todos los presentes, salvo Carlomagno y sus acompañantes, habían sido prevenidos, y en cuanto León III le impuso la corona prorrumpieron en aclamaciones. Carlomagno era ahora el emperador del Imperio Romano. No pudo rechazar la corona. No había forma razonable de hacerlo. Más adelante confesó que si hubiera podido prever la intención de León III nunca habría ido a Roma. Los historiadores quisieron ver en esto una declaración de modestia, de que no se sentía a la altura del título, pero lo que Carlomagno quería decir es que vio claramente la manipulación de la que fue objeto. Dos días antes tenía al Papa a sus pies, y ahora el Papa podía hacerlo caer en desgracia ante sus súbditos sin más que excomulgarlo y declarar que no era digno del título de emperador. Además, Constantinopla nunca reconocería la legitimidad del título y a largo plazo eso podía suponer una guerra. El ejército franco estaba acostumbrado a barrer bárbaros germanos y, a veces, moros, pero el ejército Romano de verdad (el de Constantinopla) era infinitamente superior. De momento no había peligro, porque Irene no podía dirigir un ejército y, si enviaba a un general y resultaba victorioso, no tardaría en apoderarse del trono. Pero tarde o temprano habría otro emperador en Constantinopla, y entonces los francos tendrían problemas. De hecho, Carlomagno nunca usó el título de emperador romano en abierto desafío a Constantinopla. En su lugar se llamaba a sí mismo Emperador, Rey de los francos y los lombardos.
Pese a las reticencias del nuevo emperador, el fantasmagórico Imperio Romano que había sobrevivido nominalmente varios siglos a su propia caída se volvió algo más real. A pesar de que occidente llevaba siglos sin ver un emperador, la figura del emperador había conservado su prestigio, sólo recientemente empañado con la crisis iconoclasta. Ahora los subditos occidentales del Imperio Romano volvían a tener un emperador digno de admiración, designado por Dios para velar por ellos. Constantinopla volvería a nombrar pronto su propio emperador, pero éste, quien fuera que fuese, ya no iba a ser tenido en occidente por el auténtico emperador. Finalmente, occidente iba a admitir lo que era evidente desde hacía siglos: que el Imperio de Constantinopla no tenía nada de Romano. Los orientales no eran romanos, eran griegos barbudos y heréticos. A partir de aquí oriente y occidente iban a tener un punto más de desencuentro: iba a haber dos líneas de emperadores, cada una de las cuales se consideraba legítima continuadora de la línea iniciada por Augusto. En occidente, el Imperio de Constantinopla dejó de ser reconocido como Imperio Romano y pasó a ser llamado Imperio Griego. Los historiadores prefieren un término más preciso, que en un principio debería ser Imperio Constantinopolitano, pero como ocho sílabas son demasiadas por muy grande que sea el Imperio, han recurrido al antiguo nombre de Constantinopla para llamarlo Imperio Bizantino. No hay ningún criterio objetivo para fijar en qué momento el Imperio Romano de Oriente debe pasar a llamarse Imperio Bizantino, pues la transformación fue gradual y muy lenta. Hay quien fija el cambio en el momento de la caída del Imperio Romano de Occidente, es decir, cuando Odoacro depuso a Rómulo Augústulo; hay quien mantiene el nombre de Imperio Romano hasta el reinado de Heraclio; y nosotros hemos mantenido el nombre mientras toda Europa estuvo de acuerdo en mantenerlo, por ficticio y equívoco que éste pudiera ser. De todos modos, no debemos olvidar que los emperadores bizantinos se llamaron a sí mismos emperadores romanos hasta el fin del Imperio, pese a que Roma nunca volvió a estar bajo su dominio.
Por otra parte, llamar Imperio Romano al Imperio de Carlomagno no es menos equívoco que llamar así al Imperio Bizantino, así que hablaremos del Imperio Franco, si bien no debemos olvidar que ambos Imperios eran oficialmente el Imperio Romano.
Carlomagno decretó que los años fueran datados a partir del nacimiento de Jesucristo, según la costumbre adoptada ya por algunos historiadores y religiosos, de modo que el año 800 d.C. fue el primero fechado con este sistema de forma oficial.
Si el Papa tenía ahora la autoridad de nombrar (y, por consiguiente, deponer) emperadores, no dejaba de ser cierto que los Estados Pontificios eran una donación de los reyes francos, Pipino el Breve primero y Carlomagno después. Esto abría una puerta para que los monarcas francos pudieran recuperar la supremacía frente a los Papas, pero en realidad no era así, ya que no tardó en aparecer un crucial documento histórico.
El clero hizo saber al mundo que alrededor del año 330 el emperador Constantino enfermó de lepra. Los sacerdotes paganos le recomendaron que se bañara en sangre de niños pequeños, pero Constantino se negó horrorizado. En un sueño, recibió instrucciones de ver al Papa Silvestre I. El Papa bautizó a Constantino e inmediatamente la lepra desapareció. El agradecido emperador decretó que el Papa tendría la supremacía sobre todos los obispos y le concedió el derecho a la mitad occidental del Imperio. Luego, para no interferir en la dominación del Papa sobre el oeste, decidió retirarse a una nueva capital en el este, Constantinopla.
Quien pudiera pensar que esta historia era inventada pecaba de desconfiado, pues no tardó en encontrarse la Donación de Constantino, es decir, la escritura en la que Constantino cedía a Silvestre I el Imperio Romano de Occidente. De este modo, al Papa no sólo le correspondía legítimamente el gobierno de los Estados Pontificios, sino de todo el Imperio Romano de Occidente, gobierno que él gentilmente cedía al emperador. Es curioso que el latín en que estaba redactada la donación no era el propio de un romano del siglo IV, sino más bien el de un franco del siglo VIII, más concretamente de la zona de París. Pero no hay razón para buscar explicaciones para todo.

Análisis/explicación
El análisis pormenorizado de personajes, instituciones, referencias geográficas, etc., nos conduce a valorar una serie de expresiones:
a. Remitiéndonos en primer lugar a las puramente geográficas, veríamos cómo "el país de los griegos" es una clara alusión al Imperio Romano de Oriente. Tiene, sin embargo, ciertas connotaciones peyorativas. En efecto, al autor del texto no habla de <>, sino de "país" (pars), como pretendiendo rebajar su condición política. El propio término "griegos" puede suponer también una cierta conciencia de "distanciamiento" entre las poblaciones del Occidente y las de Oriente. En efecto: si los bizantinos se dan a sí mismos el nomre de <> (romanos), los occidentales los designan sólo como <>, en un intento de considerarse ellos como los únicos <> por su progresiva vinculación a un pontificado erigido en heredero de la vieja "Roma".
"Roma" (otra de las expresiones recogidas en el texto), aunque decaída físicamente en el medievo, sigue teniendo una gran fuerza moral. Contrastan su ruina material y su contracción demográficas con la admiración que su glorioso pasado sigue despertando entre los jóvenes Estados germánicos. Para los bizantinos, Constantinopla era la segunda Roma. Pero para los occidentales la universalidad de la Roma del Tíber se sigue manteniendo, en función de la translatio de su jefatura política a los pueblos germanos asentados en el Occidente. La posesión de la ciudad se identifica con la del poder universal.
Importante a tener en cuenta es también la forma en la que el autor del texto se refiere a las grandes áreas sobre las que se extiende el poder de los carolingios: se dice que Carlos posee Roma, <>. Notamos un empleo de las expresiones tradicionales: la Galia correspondería a un territorio situado entre el Rin ye l Atlántico y el Canal de la Mancha y los Pirineos. Grosso modo, lo que hoy corresponde a Francia. Germania se identifica en el texto con un espacio más reducido que el reconocido por los autores clásicos: corresponde sólo al área situada entre el Riny el Elba. Algo semejante cabría decir de Italia, pues el dominio efectivo de Carlos en ella se reducía a la mitad Norte de la península. Al sur de Roma, las influencias se reparten en estos momentos entre bizantinos, señores <> y algunas ciudades dotadas de cierto margen de autonomía, como Amalfi, Gaeta o Nápoles. A lo largo del medievo, está identificación del <> con la mitad septentrional de la península llegará a ratificarse. La mitad meridional pesará a designarse con los nombres de reino de Nápoles o de Sicilia.
Hay que observar también como el término Francia no aparece en el texto. Cuando se utilice a lo largo del siglo IX será con un sentido más amplio, para designar todo el territorio de la Galia y Germania, a las que, respectivamente, se las denominará <> y <>. Incluso entre ambas, cabrá una <>, correspondiente a Lotaringia.
Puede advertirse también cómo el bloque territorial al que el texto se refiere se caracteriza por su fuente continentalidad. Con la reserva de los expuesto ante para Roma, puede apreciarse que nos encontramos ante una reafirmación de la traslación hacia el norte de los grandes centros políticos. Téngase en cuenta igualmente la preferencia de Carlomagno por Aquisgrán como capital.
A título complementario -y consultando el correspondiente mapa histórico-, resulta de interés comparar el imperio de Carlos con las otras entidades políticas situadas al otro lado de las marcas fronterizas: árabes, anglosajones, eslavos, escandinavos...
b. En segundo término, el texto nos presenta una serie de personajes a los que es necesario valorar en el desarrollo de los acontecimientos.
De entrada (y abundando en criterios antes expuestos), el autor del texto resta importancia al Imperio de Bizancio, cuyo trono considera vacante por ocuparlo "una mujer", la emperatriz Irene. Este motivo se ve como suficiente para una transferencia del título imperial al Occidente.
La figura de Carlos aparece en el texto como un sujeto un tanto pasivo de los acontecimientos. No parece, en efecto, que el monarca franco buscase conscientemente el título imperial, ya que las sutilezas de su significado se le escapaban a él -un germano, a fin de cuentas- en buena parte. Ello, sin embargo, no será obstáculo para que el ejercicio de su autoridad se llevase a la práctica con una firmeza que sus sucesores no iban a poder mantener.
La figura del "Papa" aparece en el texto en un primerísimo plano (<>, <>). Pero hay que tener en cuenta que el pontífice se mueve al compás de una serie de acontecimientos: la necesidad de encontrar un protector en el monarca franco en unos momentos en que las facciones nobiliarias romanas se muestran inquietas, o la búsqueda de un contrapeso en Occidente frente a la asfixiante tutela de los emperadores de Constantinopla. La "actuación de León III" se presentó así parcialmente movida por unos intereses demasiado inmediatos. Pero ello no fue obstáculo para constituir el precedente en que sus sucesores se apoyarán para arrogarse el derecho de consagrar a los emperadores como condición sino qua no para poder ejercer como tales.
La expresión <> puede identificarse tanto como el entourage pontificio como con los consejeros de Carlos. En efecto, Alcuino de York, Arno de Salzburgo, o Riculfo de Maguncia serán los verdaderos artífices de la restauración imperial. Protagonistas del <>, estos personajes soportaban mal la idea del mantenimiento de la dignidad imperial en Constantinopla.
En último término, en el documento aparece un protagonista colectivo en la figura de <>. Tal expresión empieza a sustituir a la antigua de "pueblo romano". Supone una nueva concepción universalista, derivada no ya de una dependencia política, sino de una comunión espiritual con Roma. Se ha dicho, así, que el Imperio de Carlos conecta más con el de Constantino que con el de Augusto.
Ello nos llevaría a otro orden de consideraciones.

Autor
Annales Laureshamenses, caps. XXXIII (año 800) y XXXIV (año 801)
En lo referente a la procedencia del texto, cabe decir que se encuadra en un bloque de testimonios, coetáneos, bajo el común denominador de Annales, redactados en monasterios, muchos de ellos cercanos al valle del Rin: Anales Reales, Anales de Metz, de Fulda, de Lorsh, de Saint Bertin, etcétera. En todos la coronación del 800 es recogida de forma destacada.
Complemento de estos testimonios sería Vita Karoli, de Eginardo. Todos ellos son expresión de un movimiento cultural conocido bajo el enfático nombre de <>. El papel de los eclesiásticos en la redacción del presente texto es evidente, más aún si tenemos en cuenta el lugar de primer orden que se reserva a los clérigos en la restauración imperial, y otras expresiones, tales como <>.



7. El renacimiento carolingio promueve la creación y actividad de las escuelas

Naturaleza
Se trata de un texto de carácter legislativo, la Admonitio generalis es una ley dictada por el soberano que ejerce mediante el

Resumen
Se trata de una ley de carácter personal de Carlomagno, rey de los francos, para promover un renacer la cultura en sus territorios a través de su difusión en centros eclesiásticos.

Contexto histórico
El Renacimiento Carolingio es el nombre que recibe el resurgimiento de la cultura clásica latina en el seno del Imperio Carolingio a fines de los siglos VIII y IX. Fue un período de renacimiento intelectual y cultural, con el pico de actividades ocurrido durante los reinados de los líderes carolingios y Ludovico Pío. Durante este período hubo un aumento de los estudios de literatura, artes, arquitectura, jurisprudencia y litúrgicos. El período también vio el desarrollo del Latín Medieval y la minúscula carolingia, proveyendo un lenguaje común y un estilo de escritura que influyo en la comunicación de la mayoría de Europa. El uso del término renacimiento para describir este período es disputado debido a que la mayoría de los cambios causados en este período fueron casi completamente limitados al ámbito del clero, y debido a que el período careció de la amplia gama de movimientos sociales del posterior Renacimiento italiano. Más que un renacimiento de nuevos movimientos culturales, este período fue caracterizado por lograr recrear la cultura previa del Imperio Romano.[
]Debido a una fuerte alianza del Estado y la Iglesia para llevar a cabo las reformas, el Renacimiento carolingio (a diferencia del Italiano) no fue humanista ni antropocéntrico, sino que se centró más en aspecto teológico y católicos.
En el siglo VIII, como consecuencia de varios procesos políticos, se produjo una alianza entre los francos y el Papado. El rey franco Carlomagno llevó a cabo una serie de intensas campañas militares, que le permitieron por primera vez en siglos pacificar los vitales dominios europeos de Francia, Italia y Alemania, quedando sólo Inglaterra y España fuera de su férula. Carlomagno era, desde los tiempos del Imperio Romano, el primer rey que no dominaba sólo un señorío feudal grecorromano, sino que controlaba un vasto imperio, para lo cual necesitaba un bien entrenado servicio civil que pudiera sostener una ahora necesaria burocracia estatal, por lo que se decidió a llevar a cabo una profunda reforma educacional, aparejada a su reforma administrativa, que le permitiera sostener por medios pacíficos en el tiempo lo ganado por la conquista militar. Cuenta la anécdota que el propio Carlomagno, por las noches, estaba preocupado de aprender a leer y escribir.
El Imperio Carolingio marcó el inicio de una nueva concepción de las relaciones entre Iglesia y Estado. Carlomagno se veía a sí mismo como un defensor del cristianismo en general, y de la Iglesia Católica en particular. Además, como se mencionó anteriormente, los monjes eran los únicos en esta época que sabían leer y escribir, entonces Carlomagno buscó la ayuda de los canónigos para crear un sistema educativo nuevo.
Como se ha mencionado anteriormente, el imperio de Carlomagno era lo suficientemente enorme como para precisar de un aparato burocrático que lo sostuviera. Para ello era necesario servidores públicos que estuvieran alfabetizados, es decir supieran leer y escribir. La falta de personas letradas significaba una gran dificultad para el mantenimiento de un imperio tan grande. Un pequeño problema adicional fue que el Latín vulgar de fines del Imperio Romano de Occidente comenzó a divergir en dialectos regionales (los precursores de las hoy conocidas Lenguas romances) que estaban convirtiéndose en mutuamente inintelegibles y sólo eruditos prevenidos de una parte de Europa podían comunicarse con personas de otros lugares de Europa.
Para tratar esos problemas, Carlomagno ordenó la creación de escuelas y también atrajo muchos de los eruditos importantes de su época a su corte. El aliado de Carlomagno en estos menesteres fue un monje llamado Alcuino de York, quien era anglosajón. Alcuino y Carlomagno se encontraron en 781, y al año siguiente, Carlomagno lo llamó para que le ayudara en su reforma. De esta manera, Alcuino fue uno de los principales promotores de la reforma educativa. Las escuelas episcopales fueron los grandes centros educativos de la época. En Aquisgrán, la capital del Imperio Carolingio, fue creada la Escuela Palatina, cuyas funciones podían compararse con las que actualmente cumple una universidad. Uno de los principales refuerzos fue la creación de un currículum estandarizado para uso en las recientemente creadas escuelas. Alcuino manejó esta campaña y fue responsable de la escritura de libros de texto, creación de listas de palabras, y establecimiento del Trivium y el Quadrivium como bases para la educación.[] Otras contribuciones de este período fue el desarrollo de la Minúscula carolingia, un "libro de mano" primero usado en los monasterios de Corbie y Tours que intrudujo el uso de las letras minúsculas. Una versión estandarizada del Latín fue también desarrollada lo que permitió acuñar nuevas palabras mientras que conservaba las reglas gramaticales del Latín Clásico. Ese Latín Medieval convirtió el lenguaje común y permitió a los administradores y viajeros hacerse entender a través de Europa.[]

Análisis/Explicación
La intención imperial era que los clérigos así formados pudiesen constituir los cuadros administrativos del Imperio. La conservación del latín entre la minoría culta tuvo su apoyo principal en las bibliotecas de los monasterios y ella se añadió una conciencia del valor de lo escrito. Ni una ni otra cosa. Ni una ni otra cosa deben hacernos olvidar los progresos de la lengua romance.
Alcuino de York, para la primera etapa; Eginardo (biógrafo de un Carlomagno demasiado idealizado), para la segunda, y Scoto Eriúgena, para la tercera, fueron las figuras más representativas.
La dinámica eminentemente cristiana de la Europa de Carlos y de sus sucesores se habrá de reflejar en la labor de evangelización -en condiciones a veces sumamente difíciles- de los pueblos circundantes.

Autor
La Admonitio Generalis del 23 de marzo del 789, es una capitular (ley) dirigida por Carlomagno a los principales del reino franco: nobles, obispos, abades.



8. Vikingos (varegos) y eslavos en los orígenes de Rusia: la visión legendaria eslava
Naturaleza
La naturaleza del texto es literaria y narrativa, ya que se trata de una crónica que cuenta una historia.

Resumen
Relación de los hechos que llevaron a la creación del Estado ruso por los varegos a mediados del siglo IX.

Contexto temporal
A lo largo del siglo IX los escandinavos viajaron en calidad de comerciantes y guerreros a través de los ríos de Europa oriental, muy ramificados y separados entre sí por tierras bajas, tratando de encontrar entre el Kama y el Vístula un punto de enlace con las rutas comerciales de Oriente y del Mediterráneo. En la zona sudoccidental del Báltico, su principal lugar de acceso, se establecieron entre la población finesa (lago Ladoga). Según la más antigua tradición rusa, hacia el año 860 fue fundado allí un protectorado normando estable. Resulta bastante verosímil que los pueblos eslavos y fineses locales llegasen a un acuerdo con algún clan normando para la defensa contra los constantes ataques de otros escandinavos, pues la leyenda que lo relata aparece también en otros lugares de forma similiar y siempre como justificación del establecimiento de un dominio escandinavo. La tradición menciona a tres hermanos legendarios -Riurijk, Sineo y Truvano- como jefes de los varegos y sitúa sus dominios en los principales puntos de acceso a Rusia: los lagos Peipus, Ilmen y Bielosero.
Este acontecimiento aislado, inscrito en el marco de una prolongada y amplia penetración de Rusia por los escandinavos, adquiere significación histórica por el hecho que a partir de estas bases y a lo largo de Dniéper, el <>, los varegos erigieron una organización política estable que aseguraba la ruta hacia Constantinopla, ciudad que prometía buenas ganancias y pagas a comerciantes y guerreros.

Análisis/Explicación
Los eslavos orientales y los bizantinos, sin embargo, no distinguían a los escandinavos de otros pueblos germánicos cuando utilizaban el término "varego". En la Crónica de Néstor, también se usa para incluir a los daneses y los anglos. Se dedicaban al comercio, a la piratería y a actividades mercenarias y solían actuar en los sistemas y puertos fluviales de lo que más tarde sería Rusia, llegando a alcanzar el Mar Caspio y Constantinopla.
Los varegos constituyen el primer pueblo mencionado en la Crónica de Néstor que exigió por el año 859 el pago de tributos a las tribus eslavas y fino-ugrias del centro y norte de la actual Rusia.
En 862 estas tribus se rebelaron contra los varegos, pero enseguida empezaron las luchas intestinas, lo que les llevó a invitar a los nórdicos a gobernarlos y traer la paz a la región.
Unas tribus eslavas solicitaron, como iba siendo habitual, la ayuda de los varegos en algún conflicto, y una tribu varega acudió solícita al llamamiento. Era una tribu que se llamaba a sí misma Rus, y su jefe era Riúrik. Tomaron la ciudad de Nóvgorod y la convirtieron en su capital. Con el tiempo, los eslavos que aceptaron a los Rus como gobernantes (probablemente los mismos que habían asaltado Constantinopla dos años antes) fueron conocidos como Rusos. Naturalmente, puede cuestionarse si realmente los eslavos llamaron a los rus o si éstos se presentaron sin invitación y luego crearon esta historia como justificación, pero, de un modo u otro, parece ser que así nació el pueblo ruso.
Conducidos por Rurik/Riurik y sus hermanos Truvor y Sineo, los varegos se asentaron alrededor de la ciudad de Novgorod.
A mediados del siglo IX, la sociedad escandinava debía responder al modelo de los germanos protohistóricos. Se caracterizaba por la existencia de una familia extensa, que, dirigida por un jefe, al que acompañaban clientes y esclavos, se dedicaba a la agricultura y la ganadería, y en menor medida, a la artesanía y el comercio. La reunión de jefes constituía el consejo que asesoraba al líder, una especie de caudillo primus inter pares, que se apoyaba, además, en un séquito de guerreros jóvenes.
El nombre con el que los primeros habitantes, en su mayoría fineses y posteriormente también eslavos, conocían a estos varegos era precisamente los Rus, quizá proveniente de la misma raíz con la que los finlandeses conocen hoy en día a Suecia, Ruotsi.
A diferencia de Normandía o las Islas Británicas, donde fue crucial la influencia escandinava, la cultura varega no sobrevivió en el este. Al contrario, las clases dominantes varegas de dos de las ciudades estado más poderosas, Novgorod y Kiev, fueron eslavizadas, aunque el nórdico antiguo se habló en Novgorod hasta el siglo XIII.

Autor
San Néstor el Cronista (c. 1056 - c. Kiev, 1114) era el autor reputado del primer cronista, (es el cronista más temprano del los eslavos orientales), de La vida del Venerable Theodosio de las cuevas de Kiev, la vida de los portadores, de Boris y de Gleb santos de Passon, y de La lectura supuesta.
Néstor era un monje del monasterio de las cuevas en Kiev a partir de 1073. El único detalle de su vida que se sabe con fiabilidad es que le comisionaron con dos otros monjes para encontrar las reliquias de San Teodosio de Kiev, una misión que él tuvo éxito en satisfacer. También se especula que él apoyó al príncipe reinante Svyatopolk II y su parte pro-escandinava y tuvo aversión a la influencia griega en Kiev. Su crónica comienza con el Diluvio, como lo hicieron los de la mayoría de los cronistas cristianos del tiempo. El recopilador aparece haber sido conocedor de los historiadores bizantinos; él hace uso especialmente de Juan Malalas y de Jorge Hamartolus. También conocía con toda la probabilidad otras crónicas en lengua eslava que va a compilar, los cuales se han perdido desde entonces. Muchas leyendas se mezclan junto con la crónica de Nestor; el estilo es de vez en cuando tan poético que quizás él incorporó los bylinas que ahora se encuentran perdidas.
Fue un testigo presencial, el cual podría describir solamente los reinados de Vsevolod I y Svyatopolk II (1078-1112), pero él habría podido recolectar muchos detalles interesantes de los labios de los viejos hombres, dos de quién habría podido ser Giurata Rogovich de Novgorod, que podría darle la información referente al norte de Rus, río de Pechora, y otros lugares, y Yan Vyshatich, un boyardo de noventa años de la edad, que murió en 1106. Muchos de los detalles etnológicos dados por Nestor de las varias razas de los eslavos están del valor más alto.
La teoría actual sobre Nestor es que el crónica es un remiendo de muchos fragmentos de crónicas, y que el nombre de Nestor fue unido a él porque él escribió la parte más mayor o quizás porque él puso los fragmentos juntos. El nombre del Silvestre se pone a varios de los manuscritos como el autor.
El gran historiador Sergey Solovyov comentó que Néstor no puede ser llamado el cronista ruso más temprano, sino que él es el primer escritor que tomó un punto de vista nacional en su historia, los otros que son escritores simplemente locales. La lengua de su trabajo, según lo demostrado en los manuscritos más tempranos apenas mencionados, es Palaeo-eslava con muchos Russismos.
Nestor murió alrededor del año 1114, y fue enterrado en las cuevas cercanas a Kiev. Se le glorificó (canonizado) como santo por la iglesia ortodoxa rusa que el cuerpo reputado del antiguo cronista puede ser considerado entre las reliquias preservó en las cuevas Lavra de Kiev. Su día se celebra el día 27 de octubre. También lo conmemoran con otros santos de las cuevas Lavra de Kiev el día 28 de septiembre (Synaxis de los padres de Venerable de las cuevas de Kiev).

No hay comentarios:

Publicar un comentario